Septiembre en Chiapas

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domingo, 13 de marzo de 2011

¿Por qué caerá Gaddafi?

   



  • Tras más de 41 años en el poder, todo apunta a que Muammar Gaddafi caerá, repudiado por la mayoría de su pueblo.


Por Zoé Robledo



"Yo sólo fui un aspirante a dictador. La historia te enseña que los dictadores no terminan bien". 


Augusto Pinochet (The Dictator de Jon Lee Anderson, The New Yorker, 19 de octubre de 1998).



"Su vida fue una serie no interrumpida de delitos, de voluptuosidades, de fraudes y de imposturas. No fue castigado, ¿pero fue feliz? Dios lo sabe; yo sólo sé que sus vasallos fueron desgraciados". Así describe Voltaire a Constantino el Grande en su Diccionario Filosófico (1764); usa su ejemplo para ilustrar el término tirano. Las mismas palabras podrían usarse como epílogo de una de las dictaduras más largas, excéntricas y brutales del siglo XX y lo que va del XXI: la del dictador libio Muammar Gaddafi.



¿Cómo caerá Gaddafi? Es una pregunta imposible de responder. Con Gaddafi lo inverosímil adquiere otro significado. Tan es posible que sea arrestado por la Corte Penal Internacional, como que huya a alguno de los pocos países donde todavía sería bienvenido (llámese Venezuela o Nicaragua); que se vaya como un mártir, como él mismo lo ha dicho y espere a que los manifestantes vayan por él a su complejo militar/palacio/búnker de Bab al-Azizia (el mismo que se negó a reconstruir luego de que Reagan ordenara bombardearlo en 1986). ¿Cuándo caerá? También es terreno de lo indescifrable. Lo que sí es posible enunciar son los elementos de una pregunta aún más importante: ¿por qué caerá?


1. Porque la institución de las tribus se está desmoronando.

Libia es un país de tribus. Su nombre proviene de una de ellas: los Libu, antiguos bereberes que ocuparon la Libia de la antigüedad. La mítica forma de vida de las tribus beduinas supera la postal de caravanas de comerciantes y ganaderos que cruzan el desierto en camellos. En realidad son el ordenamiento social y político de mayor arraigo e importancia. Gaddafi lo sabía desde que tomó el poder en 1969: para asegurar su permanencia debía manipular a las tribus. Entonces instauró la Jamahiriya, una simulación de República Popular sustentada en comités cuyos miembros eran elegidos entre las tribus más obedientes. Les dio privilegios, las cooptó, las compró y las transformó en la estructura de la administración pública. De esta forma, Gaddafi creó un régimen en el que el poder se concentraba en sus manos para luego pulverizarse desordenadamente entre los grupos tribales de la antigüedad. Sin instituciones, partidos políticos, oposición, sindicatos o cualquier otro contrapeso, ni siquiera una Constitución. Ahora ese sistema tribal será el que decida la nueva distribución del poder. Tres son las que tendrán posiciones estratégicas:

Los Warfallah, del este de Libia, son la tribu de mayor peso demográfico con más de un millón de integrantes. Son adversarios de antaño de Gaddafi a partir de un reclamo por corregir lo que consideran una exclusión injusta: han permanecido marginados del reparto de la riqueza petrolera del suelo que habitan en la región de Cirenaica. No sorprende que fueran los primeros en darle la espalda y pedir su dimisión.

En contraparte, está la tribu de los Gaddadfa, de la que proviene Gaddafi; menor en número de integrantes pero con un gran poder debido al reclutamiento de sus miembros en posiciones de mando de las fuerzas de seguridad y la fuerza aérea.

En este contexto, la tribu que aparece ahora como fiel de la balanza es la de Magarha, que durante muchos años gozó del favor de Gaddafi, quien los incorporó a las Fuerzas Armadas. Es la segunda en población y aunque hasta el momento se mantiene fiel al régimen, su posición parece incierta a partir de la violenta reacción de Gaddafi.

Gaddafi creó un complejo equilibrio entre tribus, en el que se presentaba como el gran árbitro entre ellas. Hoy esa estructura de poder se está derrumbando. Y sin ella, Gaddafi es insostenible.

2. Porque ignoró la fuerza de los jóvenes.

La edad promedio en Libia es de 24.2 años y más de un tercio de la población (6.4 millones de habitantes) está entre los 14 y los 29 años. Ellos son la base social de las revueltas libias. Sus causas no son distintas a las de los jóvenes de Túnez o Egipto: la misma mezcla explosiva de frustración, descontento político, evolución en el uso de tecnología y voces de jóvenes desempleados (con tasas del 30 por ciento). Todo un nuevo esquema de aspiraciones sin posibilidades de mejoras a la vista.

A esta circunstancia se suma otra exigencia que se ha escuchado fuerte en el Magreb: reformas y libertad. Si la actitud de las tribus representa la ruptura del sistema político de Gaddafi; la de los jóvenes es la expresión del malestar social generalizado.

3. Porque se quedó sin sucesor.

En Libia se daba por hecho que Gaddafi heredaría el poder a uno de sus ocho hijos. El problema era decidir a cuál de ellos. Entonces surgió una estrategia que parecía impecable: mostrar una cara reformista hacia el exterior aunque la línea dura se mantuviera al interior. El que mejor podía desempeñar ese papel era Saif el Islam, el segundo hijo de Gaddafi, un joven con un aspecto sobrio, un discurso occidentalizado y un doctorado de la London School of Economics (LSE): el progresista que guiaría al país hacia la modernidad. A su imagen se comenzaron a asociar posturas de moderación y acercamiento con occidente A él se atribuía la liberación de rehenes occidentales en manos de la guerrilla filipina Abu Sayyaf; la mediación en el pago de las indemnizaciones a los familiares de las víctimas del atentado aéreo de Lockerbie en 1988 (que derivó en el levantamiento de las sanciones de la ONU contra Libia); fue un factor decisivo en las negociaciones de 2007 para liberar a las cinco enfermeras búlgaras condenadas a muerte por haber infectado a más de 400 niños libios con el virus VIH, y la decisión, en 2003, de abandonar los programas de armas de destrucción masiva. Saif el Islam fue considerado por los países occidentales como el hijo que podría transformar, aunque fuera gradualmente, a la autocracia libia. Hoy es el vocero de la sangre. Apareció en televisión, pero no para hablar de reformas, sino para defender el brutal ejercicio de poder de su padre. Más de uno se decepcionó y otros aprendieron que es difícil salir impune de una relación con un dictador o sus familiares. El director de LSE, Howard Davies, tuvo que dimitir, no por el hecho de que Saif el Islam estudiara ahí, sino por haber recibido su dinero en forma de donaciones y la sospecha de que plagió su tesis doctoral.

4. Porque la intervención internacional es inevitable.

En el mejor de los casos, Gaddafi había engañado a las democracias occidentales. El padre de la Tercera Vía, Anthony Giddens, lo visitó en 2007 para hablar sobre el tema de la democracia. Días después Giddens escribió en The Guardian un pronóstico optimista: Gaddafi encabezaría la marcha hacia la democracia política en África. "Si se tiene en cuenta lo que suelen ser los estados de partido único, Libia no resulta particularmente represiva. Gaddafi parece auténticamente popular". En el peor de los casos, todos se hacían los disimulados de lo que ocurría en Libia por indiferencia o complicidad. No era ningún secreto que durante los últimos 41 años, Gaddafi había violado, cuando no exterminado, todos y cada uno de los principios democráticos: justicia, derechos humanos, libertad de expresión, elecciones. Para la organización no gubernamental Freedom House, Libia tiene el status de "país no libre" y tiene la peor calificación posible en la medición de derechos políticos y libertades civiles. El silencio de occidente fue ominoso. Por ello, ante la gravedad de la situación actual algún tipo de actuación militar es inevitable ¿Qué forma podría tomar? Son muchas las opciones. Las de carácter humanitario incluyen la designación de zonas seguras en las fronteras para la atención y evacuación de refugiados o la creación de corredores humanitarios para atender a la población civil.

Pero la verdadera discusión está en la pertinencia de establecer una medida aún más severa: una zona de exclusión aérea. Esto implicaría, según explicó el secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, un ataque a Libia para destruir sus defensas aéreas para poner fin a los ataques de Gaddafi contra la población. La medida es viable técnicamente, pero no lo es diplomáticamente; sería rechazada por los dos miembros con derecho a veto del Consejo de Seguridad de la ONU que son más sensibles respecto a su propia soberanía: China y Rusia. El tema de la intervención militar ha puesto a las potencias en una disyuntiva: la salida del respeto a la soberanía de un país, o el deber de intervenir ante una masacre que es posible detener. De una forma u otra, la comunidad internacional está obligada a superar los obstáculos, por grandes que éstos sean.

5. Porque es hora de que caiga.

El miércoles 9 de marzo fue un día especial para Muammar Gaddafi. Fue el día en que subió un peldaño más en su récord de dictador. Cumplió 41 años y 189 días en el poder, con lo que supera a Omar Bongo, presidente de Gabón que se mantuvo en el poder del 2 de diciembre de 1967 al 8 de junio de 2009, es decir 41 años y 188 días. De esta forma, Gaddafi se convirtió en el cuarto mandatario que, sin ser miembro de la realeza, ha gobernado su país durante más tiempo de forma consecutiva. Lo superan únicamente Fidel Castro con 49 años y 8 días (16 de febrero de 1959 al 24 de febrero de 2008); Chiang Kai-shek que gobernó China durante 46 años y 177 días (10 de octubre de 1928 al 5 de abril de 1975) y Kim Il-sung, de Corea del Norte, que antes de heredar el cargo a su hijo, gobernó durante 45 años y 302 días (9 de septiembre de 1948 al 8 de julio de 1994). En las revueltas árabes los años en el poder presagian la caída. Zine El Abidine Ben Ali gobernó Túnez durante 23 años; Hosni Mubarak gobernó durante 29 años Egipto.

Es la hora de la caída de Gaddafi, "el perro loco de Oriente Próximo", como lo llamó Reagan; el "megalómano capaz de desencadenar la tercera guerra mundial con el único fin de aparecer en la primera página de los periódicos", que describió Bush. Hoy que dispara contra su propio pueblo todas las leyendas del delirio por el poder de Gaddafi son certezas. Si no cae, como dice el filósofo francés Bernard- Henri Levy "los libios vivirán bajo la amenaza de un loco que ya no tiene nada que perder y que, tarde o temprano, hará lo que sea para que Libia desaparezca con él".

El autor es politólogo y analista político.