Septiembre en Chiapas

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martes, 31 de enero de 2012

Newt Gingrich Precandidato del Partido Republicano : Conservador (y no tanto)





Los electores norteamericanos parecen ávidos de candidatos con reacciones humanas y Gingrich ofrece eso: es duro en los debates, pero sentimental con los votantes
Zoé Robledo
¿Qué es capaz de hacer un pasajero de avión que recibe un mal trato durante un vuelo? Algunos se quejan con las sobrecargos, otros levantan la voz buscando la complicidad del resto de los pasajeros, otros construyen mentalmente sólidos alegatos que terminan guardándose para sí. Pero existen otros tipos de pasajeros, como Newt Gingrich, que ante una descortesía a más de 10 mil pies, decide paralizar al gobierno del país más poderoso del mundo.
Era el mes de noviembre de 1995. Bill Clinton era presidente de Estados Unidos y Newt Gingrich presidente del Congreso y líder de la oposición del Partido Republicano. La plana mayor de la política norteamericana se trasladó a Jerusalén para asistir al funeral del primer ministro Yitzhak Rabin, que acababa de ser asesinado. Un total de 24 horas a bordo del avión presidencial Air Force One en medio de acalorados debates sobre el presupuesto de ese año. Gingrich y el también republicano líder del Senado, Bob Dole, fueron ubicados en los asientos traseros de la aeronave y, según su versión, obligados a descender por la parte de atrás. Esto acrecentó el rencor de Gingrich por lo que las descortesías aéreas fueron el pretexto perfecto para que tomara una visceral decisión: romper las negociaciones con Clinton e ir al cierre de las operaciones del gobierno. La medida implicó cerrar varios departamentos federales y despedir a empleados administrativos. En su libro Lessons Learned the Hard Way (Duras lecciones aprendidas), Gingrich describió la excusa del avión como "el error más fácil de evitar" de su carrera. Y es que, a la postre, esa arremetida republicana fue el comienzo de la recuperación electoral de Clinton, que en 1996 consiguió la reelección y los republicanos perdieron nueve escaños en la Cámara. Gingrich aceptó que su resentimiento personal con Clinton aceleró su decisión: "Es una pena... pero es humano".
Ese es Newt Gingrich, el hombre que podría convertirse en el candidato republicano rumbo a la Casa Blanca.
Hombre de los noventa
Durante los años noventa no hubo una figura republicana más prominente que la de Newt Gingrich. Fue él quien recuperó la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, se impuso como presidente de la misma (el primero del partido republicano en 40 años) y condujo la llamada "Revolución Conservadora" a través de un documento de su autoría: El Contrato con América, un decálogo de ideas inspiradas en la reminiscencias de la era Reagan (supresión del déficit público, adelgazamiento de los programas de gobierno e incremento de gastos militares. Todo envuelto en el celofán predilecto de los republicanos: la restauración de los valores tradicionales en torno a la familia, la moralidad y la religión). Desde su posición obtuvo victorias importantes. En 1995 la revista Time lo nombró persona del año.
Gingrich es primordialmente un legislador. Lo fue durante 20 años (1979-1999) por el sexto distrito de Atlanta. Ahí se creó la imagen de político agresivamente partidista. De retórica colérica y exacerbada, nunca escatimó adjetivos para caracterizar a los demócratas: los llamó "pervertidos", "grotescos", "locos", "estúpidos", "corruptos" y "obsesionados con un Estado de asistencia social". Su imagen comenzó a mutar a la de un opositor interesado en frenar proyectos y desmantelar conquistas sociales más que en construir sistemas alternativos. Encabezó ataques contra los demócratas sobre asuntos de ética. Aunque el tema le recularía más tarde, ya que fue multado con 300 mil dólares por usar fondos exentos de impuestos para pagar por un curso que él estaba enseñando y que tenía claros tintes políticos. Razón por la que tuvo que renunciar en 1998 a la Presidencia de la Cámara de Representantes. Cuatro años duró su liderazgo frente a los republicanos. Se fue con una frase dilapidante: "Estoy dispuesto a liderar... pero no estoy dispuesto a presidir sobre caníbales". Gingrich se retiró de la política durante varios años... hasta esta elección.
Vuelto a nacer
¿Cómo revivió este hombre? El autor del milagro tiene un nombre: Mitt Romney. Las vacilaciones sobre su credo conservador, la ambigüedad de sus posiciones y las incesantes revelaciones sobre el origen y manejo de sus cuantiosas finanzas personales, hacen de Romney un candidato vulnerable frente al electorado más conservador. Y cuando los republicanos levantan la mirada para ver la baraja, la segunda opción es Gingrich. Esto se pudo observar en la elección primaria de Carolina del Sur, donde el electorado más conservador le dio una amplia victoria a Gingrich sobre Romney.
El oxígeno que da vida a Romney es su posición de ser el candidato más competitivo en la elección general de noviembre, la que vale, contra Obama. Si no fuera por esto, la de Romney sería una candidatura inviable. Pero hoy, lo cierto es que nadie presenta una candidatura competitiva fuera de la arena republicana. Gingrich frente a Obama pierde en todas las encuestas por un margen de 10 puntos porcentuales.
¿Qué puede ocurrir? Que gane el mejor republicano y no el mejor candidato. Para que esto ocurra, Gingrich deberá obtener un buen resultado en Florida (31 de enero) y echar su resto en el Súper Martes que se celebrará en Texas el 6 de marzo.
Pero más allá de su posible candidatura, muchos se preguntan: ¿es posible pensar en una Casa Blanca con Gingrich?
A sus 68 años Gingrich insiste en que se ha calmado y ha madurado. Pero es difícil de borrar de la memoria de la clase política sus irreprimibles impulsos. Steve Gillon, autor del libro The Pact: Bill Clinton, Newt Gingrich, and the Rivalry that Defined a Generation (El pacto: Bill Clinton, Newt Gingrich y la rivalidad que definió a una generación) señala: "Ese es el verdadero defecto de Gingrich. Si se le da la oportunidad, él da rienda suelta a ese demonio. Pero, si se le pueden poner límites, creo que sería un Presidente exitoso, centrista, dispuesto a negociar, un conservador práctico".
Él asegura que ha cambiado. Sin embargo, es válido cuestionar si ese cambio es necesario. Su retórica, su grandilocuencia y su capacidad de polemizar podrían traer un debate más auténtico e interesante a una contienda que transita por los aburridos bordes de lo políticamente correcto. Ese, a diferencia de lo que ocurrió en los noventa, puede ser un punto a favor. Los electores norteamericanos parecen ávidos de candidatos con reacciones humanas, que se salen del guión, que exageran y se emocionan. Y vaya que Gingrich cumple esos atributos: es duro en los debates y sentimental con los votantes. Hace unas semanas lloró al hablar de su madre.
Por otro lado, Gingrich ha puesto a la mesa una serie de interesantes ideas y programas. La más destacable: Reforma migratoria que incluya la legalización de los "sin papeles" que llevan décadas en Estados Unidos. Es el más moderado de los aspirantes republicanos en ese tema y está a punto de sumar puntos importantes entre el electorado hispano cuando dé a conocer a su compañero de fórmula que, según ha anunciado, será un político latino que podría estar entre Marco Rubio, senador por Florida de origen cubano, o la gobernadora de Nuevo México, Susana Martínez.
¿Qué se opone a la candidatura de Gingrich? El propio Newt. Y es que lo persigue una serie de escándalos financieros y sentimentales. Gingrich fue infiel a su primera mujer, Jackie Battley, su ex profesora de geometría con la que se casó a los 19 años. En 1981, se casó con su amante de entonces, Marianne, a la que también traicionó durante años. La dejó por Callista, una empleada 23 años más joven que él y tercera esposa desde 2000. Lo más llamativo quizá sea que mientras mantenía su segunda aventura matrimonial, Newt Gingrich era uno de los que lideraban la campaña contra Bill Clinton por el caso Monica Lewinsky.
Gingrich es muestra de que la moral de los candidatos, lo que pasa en sus vidas privadas, pesa en las elecciones estadounidenses. Si es correcto o no, es otro debate, pero considerar a la moral un elemento irrelevante sería ingenuo. La idea es simple, pero ha sido motivada durante años por los conservadores: un hombre que le miente a su esposa le puede mentir a su país. Ese fue el argumento que gente como Gingrich usó en los noventa para vincular las sórdidas relaciones de Clinton con diversas mujeres y su "imposibilidad" de ocupar la alta responsabilidad de la Presidencia.
¿Qué lo podría salvar? Una idea antigua y acorde con la moral conservadora: el arrepentimiento.
 
 
 




Twitter: @zoerobledo

lunes, 23 de enero de 2012

Mitt Romney Precandidato Republicano: Moderado y Competitivo







No tiene el carisma para la política actual, pero si gana las primarias puede convertirse en un serio competidor de Obama.

Zoé Robledo

Un hombre compite por la Presidencia de Estados Unidos. Es un mormón. Cree fervientemente que en 1823 un ángel llamado Moroni trajo a la Tierra unas tablas de oro, escritas en "egipcio reformado", en las que se narra que una tribu perdida de Israel cruzó el Atlántico 600 años antes de la era cristiana, habitó en América y tuvo contacto con Jesucristo, que vino a predicar después de su resurrección. Se llama Joseph Smith, fundador de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días. Es 1844, y Smith aprovecha su liderazgo religioso y se postula a la Presidencia. Acusado de autocrático y polígamo, fue encarcelado en Illinois y linchado por una turba el 27 de junio de ese año.

Hoy, otro mormón está cerca de la Casa Blanca. Se llama Mitt Romney y es el político que podría lograr una hazaña histórica: que un candidato republicano venza a un presidente demócrata en su intento por reelegirse. Se trata del resultado electoral menos frecuente; en 56 elecciones sólo ha ocurrido en dos ocasiones. La primera en 1888 y la segunda en 1980, cuando el presidente Jimmy Carter recibió la peor paliza de la historia electoral de Estados Unidos y se configuró la llegada al poder de Ronald Reagan.

¿Puede repetirse esa historia? ¿Es Romney lo suficientemente competitivo frente al presidente Barack Obama? ¿Es el nuevo Reagan?

Hijo de políticos, su padre George Romney fue gobernador de Michigan entre 1963 y 1969, y su madre, Leonore, fue candidata al Senado por ese mismo estado en 1970. De su familia también heredó la vena empresarial: George Romney fue director de la American Motors Corporation. De ganar la nominación republicana, se convertiría en el candidato más acaudalado de alguno de los dos partidos grandes. Y eso es mucho decir para una lista en la que han figurado los apellidos Kennedy y Bush.
Nació en Detroit en marzo de 1947. Estudió leyes y negocios en Harvard. En 1994 fue rival de Ted Kennedy por el escaño del Senado por Massachusetts. Romney perdió por un amplio margen. Se concentró en sus negocios. Fundó Bain Capital. En 2002 "rescató" los Juegos Olímpicos de Invierno de Salk Lake City que estaban condenados a convertirse en una debacle financiera. Con esa fama de buen administrador, accedió al gobierno de Massachusetts (2003-2007). Aspiró a la candidatura del Partido Republicano en 2008. Perdió frente a John McCain. Pero Mitt Romney es un político precavido. El día siguiente de su retiro de la contienda en 2008, Romney ya tenía los ojos puestos en 2012. Lleva cuatro años de metodológica expansión. Su estructura es lo suficientemente robusta para ganar la primaria y la elección general.

Ésa es la condición más fuerte de Romney frente a sus rivales republicanos: su competitividad frente a Obama en la elección general. Con esa carta ha obtenido una serie de victorias en las elecciones primarias de su partido. En la elección de Iowa, tradicionalmente conservadora, obtuvo una cerrada victoria; pero en New Hampshire -tradicionalmente liberal- obtuvo el 39 por ciento de la votación, seguido de lejos por Ron Paul con 23 por ciento y por Jon Huntsman con 17 por ciento; este último, ex gobernador de Utah, se retiró días después para sumarse a la candidatura de Romney como un fuerte prospecto a secretario de Estado en una eventual Presidencia republicana. Romney tiene el momentum para ganar la aduana de Florida (31 de enero), donde el dinero es el que manda. Romney ha invertido una cantidad considerable de recursos en este decisivo estado. Esa victoria podría ser definitiva para otorgarle la candidatura.

Sin embargo, no todo está dicho. Si la fórmula que hace competitivo a Romney entre votantes independientes es su moderación, entre votantes republicanos esto podría significar una debilidad. Y es que, aunque la tendencia ha sido favorecer posiciones extremas para luego optar por el candidato moderado, en esta etapa de la contienda se espera que el candidato republicano suscriba, con vehemencia, una lista de posiciones que, de acuerdo al semanario The Economist (The right Republican, enero 2012) son: "que el aborto debe ser ilegal en todos los casos; que el matrimonio gay debe estar prohibido; que los 12 millones de inmigrantes 'ilegales', incluso aquellos que han vivido en Estados Unidos por décadas, deben volver a sus países de origen; que los 46 millones de personas que carecen de seguro de salud sólo deben culparse a sí mismos; que el calentamiento global es una conspiración; que cualquier forma de control de armas personales es inconstitucional; que cualquier forma de incremento de impuestos debe ser vetada...".

El problema es que Romney no se ha posicionado claramente sobre estos asuntos, lo que pone en duda su conservadurismo. Arma de dos filos, esta situación lo fortalece frente al grueso del electorado, pero preocupa a los que le pueden otorgar la nominación. Para mantener su atributo de competitividad, Romney necesita obtener lo más pronto posible la nominación para ir a donde estará la contienda: contra Obama y en el centro.

¿Presidente o gerente general?

Otro de los atributos de Romney es su capacidad administrativa. Es un hombre que, a diferencia del Presidente y sus rivales republicanos, sabe de negocios. Fundó y dirigió durante 15 años una compañía en Boston llamada Bain Capital. Durante la década de los ochenta y noventa, la empresa tuvo una exitosa operación que consistía en comprar y administrar a empresas con problemas financieros, lo que muchas veces significaba vender sus bienes y hacer recortes masivos de empleados. La juguetería Toys R Us, Dunkin' Donuts, Staples fueron algunas de esas empresas. En su defensa, Romney ha señalado que, en su paso por Bain, aportó en la creación de 100 mil empleos. Aseveración muy difícil de comprobar. La apuesta de Romney es que, si la economía es la mayor preocupación de la población, su experiencia como un exitoso hombre de negocios puede jugar a su favor. Si la pregunta del 2008 fue si Estados Unidos estaba listo para un Presidente negro, la pregunta de 2012 podría ser: ¿debe dejarse todo en manos de un empresario?

Esta oferta podría ser muy atractiva para votantes independientes, lejanos de posiciones ideológicas y que desconfían de los políticos tradicionales. Sin embargo, ante acusaciones de pérdida de empleos por las operaciones de sus compañías, y la reciente revelación de que paga una tasa impositiva menor a la de la media, podría abrirle un frente devastador: que la gran virtud que quiere explotar sea, a la vez, su mayor vulnerabilidad.

A su favor, Romney podría tener que Obama está en un mal momento de su popularidad. La percepción no indica que Obama vaya a perder, pero por primera vez parece que puede perder. Ningún Presidente, desde Roosevelt, ha sido reelecto con una tasa de desempleo tan alta como la de hoy.
Mitt Romney no es un Reagan. Difícilmente podrá construir lazos de empatía emocional con los votantes norteamericanos. Pero las grandes interrogantes son: ¿es eso necesario?, ¿qué está buscando el electorado estadounidense este año? ¿Será la elección de noviembre un referéndum a Obama o la oportunidad de optar por una vía diferente?

Hay muchas razones para dudar que Romney ganará. Incluso para dudar si sería un buen Presidente. Pero una es inaceptable: su fe. Si el electorado estadounidense no vota por Romney por su pasado empresarial o por su forma de gobernar Massachusetts, son razones entendibles para la democracia más grande del mundo. No así el hecho de que sea miembro de una religión minoritaria, por más polémica que ésta sea. La religión no será su principal problema. Hay quienes calculan que hacer de la religión de Romney un tema de campaña sería políticamente incorrecto. Ya ha ocurrido en otras ocasiones. Como en 1960, cuando otro candidato de Massachusetts explicó que era un estadounidense compitiendo por la Presidencia, no un católico compitiendo por la Presidencia. Se llamaba John F. Kennedy.



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