Mensaje del Senador Zoé Robledo con motivo del otorgamiento de la Medalla Belisario Domínguez |
Con el permiso de la presidencia
Ciudadanas y ciudadanos senadores de la república
Expreso en primer
término un reconocimiento a todos los mexicanos que fueron propuestos y propuestas para recibir
esta presea
También se
agradece la participación de quienes, desde distintos puntos de nuestra
geografía, hicieron sugerencias documentadas, objetivas y con un profundo
sentido de lo que es servir a la nación.
¡Qué bueno que en
México hay muchos mexicanos que merecen el reconocimiento nacional!
¡Qué bueno que no
nos faltan candidatos!
¡Qué bueno que en
el Senado nuestra dificultad
sea para elegir entre los muchos que tienen merecimientos para este homenaje
republicano
En este año, el
consenso fue a favor de Don Ernesto de
la Peña Muñoz. Una personalidad digna de nuestro gran país y un hombre que
confirmó la existencia de una amplia reserva intelectual, ética y creativa.
Don Ernesto vivió la cultura y vivió en la
cultura. Tuvo el privilegio, él así lo decía,
de nacer en una biblioteca y de abrevar en los libros los momentos
plásticos de la sabiduría humana.
El doctor de la Peña forma parte de la verdadera aristocracia
nacional: la aristocracia del talento, que es la
única realmente válida.
Su conocimiento
tutelar de los grandes textos de la humanidad,
fue obtenida, en la mayor parte de las veces, con la lectura en el
idioma respectivo. Don Ernesto hablaba sánscrito
casi con la misma facilidad que su lengua castellana.
Cuando traduce
los evangelios del griego nos abre una ventana no solamente para explorar las
posibilidades del más allá, sino para conocer a nuestro hermano el hombre tal
como es.
Su conocimiento
de Cervantes, para citar un ejemplo, era profundo y, por eso mismo, sencillo y
agradable. Su texto referente a Don Quijote
de la Mancha es un referente para quienes conocen al caballero andante de
manera plena y para quienes se inician en la gran locura cervantina.
Don Ernesto de la
Peña nos enseña el valor del Quijote, como un libro hecho con libertad para la
libertad. Para el doctor de la Peña, este libro es el inicio de la novela
moderna, porque es el primer paso en la
literatura libre y profunda.
En Cervantes,
para de la Peña, la locura es un espacio en donde puede anidar la belleza y la
imaginación. En la longitud de la
locura literaria, se refugian las sabidurías disparatadas pero siempre humanas.
El maestro de la
Peña convirtió la torre de marfil en la cima de la pirámide para contemplar
desde ahí a los hombres y diseminar saberes.
Su lenguaje tenía
la sencillez que la sabiduría reclama en todo momento y en todas partes.
Don Alfonso Reyes,
solía decir que lo que no se puede
explicar con manzanas no está claro.
Hablar claramente es pensar con claridad y transmitir las ideas con
sencillez es una virtud que solo florece en los hombres realmente sabios.
Por eso, reconocemos al gran divulgador de la cultura
que fue don Ernesto de la Peña.
Don Belisario Domínguez,
hace ya un siglo, allá en Comitán, recetaba medicinas para aliviar las
dolencias humanas. Sin embargo, también entretenía a sus pacientes con pláticas
sobre las maravillas que todos tenemos en el cuerpo. Los invitaba a conocerse
para cuidarse y a cuidarse para ser mejores.
Les hablaba de la música y se lamentaba por no tener habilidades
musicales para hacer más amenas las conversaciones. Era un médico humanista.
Don Ernesto de la
Peña, por su parte, hablaba de la otra parte de los humanos. Su trabajo fue
siempre una invitación a conocer el alma de las mujeres y los hombres. El alma
que, como dijera Octavio Paz, es el pensamiento y el sentimiento de los
vivos. Don Ernesto nos hizo siempre un
llamado a conocernos con el instrumental de la sabiduría de nuestros
semejantes.
Los premios que
recibió fueron muchos. Tuvo siempre el respeto y el aprecio de los
intelectuales en varios puntos del planeta.
En ese orden, la
medalla “Dr. Belisario Domínguez Palencia” está bien otorgada a don Ernesto de
la Peña.
Está bien otorgada, porque él fue un hombre
de valores y de conocimientos altos, amplios y profundos.
Don Ernesto ya no está con nosotros, pero su recuerdo y sus saberes permanecen. Han sido transmitidos en tiempo oportuno y
en la forma adecuada.
Enhorabuena por el país y por el Senado de la República.
Enhorabuena para los mexicanos que aprecian el gran valor del conocimiento,
la universalidad y el humanismo para encontrar
coincidencias y convertir la pluralidad en una fuerza enriquecedora, la fuerza de las respuestas.
Es Cuanto senador presidente
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