Zoé Robledo para Reforma
24 de Junio de 2013
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los
tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las
creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la
primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”. Charles Dickens, Historia de dos ciudades, 1859
Es el 3 mayo del 2013. La historia de la
reforma migratoria que se discute en el Senado de los Estados Unidos es la
historia de dos países con un futuro compartido. Es la historia de una potencia
que, en la voz de su presidente Barack Obama, reconoce su naturaleza como una “nación
de inmigrantes” con un “sistema de inmigración que no refleja sus valores”. Es
la historia del optimismo venciendo a la experiencia. Una reforma migratoria de sentido común, la
llamó Obama, que abra el camino a la legalización de millones de indocumentados
y, en paralelo, fortalezca la seguridad
de la frontera y de la migración legal.
Pero la historia del 24 de junio del 2013
es diferente. Es la historia de la aprobación de la enmienda Hoeven-Corker que,
con 67 votos a favor y 27 en contra, configura un agresivo reforzamiento de la
seguridad fronteriza: Duplica el número de agentes fronterizos hasta llegar a 40 mil; permite adquirir
y hacer uso de aviones no tripulados, sensores infrarrojos, radares personales
y otras tecnología similares
a las que utilizan las fuerzas de
ocupación norteamericanas en territorios hostiles; además de construir 1,126 kilómetros de infranqueable
muro. El gasto a ejercer es del orden de los 42 mil millones de dólares,
equivalente a 2.38 por ciento del PIB mexicano. Eso es lo que se aprobó.
La historia de la reforma migratoria
enfocada en los migrantes que ya están en Estados Unidos ha sido muchas veces
celebrada con el respeto que merece la soberanía de lo que nuestros vecinos
hacen dentro de su territorio. La otra historia, la de la enmienda, tiene que
ver con acciones que se llevaran a cabo en el límite entre ambos países. Por lo
tanto es asunto de los dos. Y es que al hablar de la frontera termina lo
interno y comienza lo bilateral, en donde es justo negociar y pactar soluciones
conjuntas. Porque no es “su frontera”, sino
“nuestra frontera”.
En principio, este giro obstaculizará
aún más el arreglo del problema migratorio. Ceder a las exigencias de los
senadores republicanos anti-inmigrantes, como requisito para aprobar la reforma
migratoria tendrá graves consecuencias en el mediano y largo plazo. Enumero
tres:
Uno. Fortalecerá el escenario para
la criminalización de los migrantes indocumentados que intenten pasar al
territorio norteamericano. Al dificultar el acceso se desincentivará a un sector de la población migrante, pero a
otra sólo la hará más vulnerable, ya que tendrá que buscar rutas más
peligrosas, podrán en riesgo su vida e
incrementará el costo que cobran las redes criminales que lucran con la desesperación.
Dos. La enmienda aprobada es el
triunfo de la visión que encuentra en la migración, particularmente la
mexicana, una amenaza a la
identidad nacional de Estados Unidos. Es la visión de Samuel Huntington, en la que
los mexicanos no viven -invaden-; no trabajan -explotan- y no enriquecen
-empobrecen porque la pobreza está en su naturaleza misma.
Tres: La enmienda obligará también,
en México, a revisar la legislación migratoria vigente, puesto que nuestro país
es el lugar de paso obligado para muchos migrantes que, provenientes de
distintos continentes, intentan llegar a los Estados Unidos. El flujo migratorio subsistirá, pero se encontrará ante un muro que empleará,
como dice Jorge Ramos “algunas duras
tácticas que sólo se utilizan con naciones enemigas.”
Los senadores norteamericanos han roto esa
delgada línea entre un tema soberano y un tema bilateral. Éste es un nuevo
escenario y estamos llamados a participar activamente en el debate. Las
interrogantes son muchas. Aquí una: La magna inversión para cerrar la frontera
¿conlleva un esfuerzo similar en materia de cooperación entre las dos naciones
sobre temas de intercambio comercial, cultural y científico? Lo dijo Carlos
Fuentes hace casi 25 años: “Los Estados
Unidos nunca han respetado a quienes les hacen concesiones, a quienes ceden
ante ellos. Los Estados Unidos respetan a quienes saben negociar con dignidad
con ellos”.
Hoy, los Senadores demócratas
norteamericanos se fueron a dormir pensando que sólo una reforma bipartidista
sería una reforma completa y evitaría el fracaso. Desde México les decimos: Una
reforma fronteriza unilateral nunca estará completa.
*El
autor es Senador de la República por el Estado de Chiapas, miembro del PRD.