Septiembre en Chiapas

Septiembre en Chiapas

lunes, 25 de abril de 2011

Palabras pronunciadas por el diputado Zoé Robledo en la ciudad de Comitán de Dominguez, a nombre de los tres Poderes del Estado, en el Homenaje por el CXLVIII Aniversario del Natalicio del Dr. Belisario Domínguez Palencia.







Don Belisario Dominguez, es referente para todo México. Un ejemplo de congruencia, valor y decisión. Cada 7 de octubre, en su aniversario luctuoso, recordamos al héroe, al Senador valeroso que enfrentó la injusticia y la traición con armas más poderosas: El pensamiento y la palabra. Don Belisario fue Senador de la República por sólo siete meses, los últimos de su vida, suficientes para mostrarle a la nación su estatura, su verticalidad y congruencia.

Pero además de su valiente  sacrificio, su vida está llena de grandes acciones. La dimensión de Don Belisario Dominguez, se explica, SÍ, por sus ideas y sus ideales, SÍ, por su pluma comprometida y libre. Pero, indudablemente, su trascendencia  también se explica por su forma de entender la vida siempre al servicio de los demás.
Hoy que conmemoramos su natalicio, celebramos al hombre, al vecino de Comitán, al médico solidario y apasionado de esta tierra. Al alcalde comprometido y sencillo. Al ciudadano de altos valores, que nutrido del ejemplo familiar, estuvo siempre dispuesto a dar todo por su gente. Hoy conmemoramos a Don Belisario, no al bronce, sino al hombre de hechos.

Belisario Dominguez fue un gran mexicano, porque fue un gran chiapaneco. Su relevante estatura nacional que lo hace estar inscrito en letras de oro en nuestro Honorable Congreso del Estado, sólo se explica por su apasionada labor social y humanista, por su actitud humilde, por su congruencia personal y por sus acciones cotidianas nobles y responsables. De esa vida de hechos, son muchas las lecciones que dejó Don Belisario. Permítanme compartirles las que considero reflejan su grandeza como ser humano, como chiapaneco de excepción y como mexicano ilustre.

La primera es sobre la lealtad. La coherencia ética del individuo con los principios, con la verdad y sus convicciones. En su momento, Don Belisario hizo saber el crimen más brutal de Huerta: la traición a la confianza que en él había depositado Madero. Una acción vil de deslealtad. Ser leal, ayer y siempre, es ejercitar la congruencia. Es hacer coincidir los principios con las acciones y las acciones con el interés de la República. La lealtad  no es sólo una virtud, es condición fundamental para el ejercicio político.
La segunda es su actitud humilde y sencilla. El 17 de julio de 1889 obtuvo su título de médico cirujano, partero y oculista después de sustentar un brillante examen profesional. Y volvió a su tierra, aquí, a Comitán, a ejercer con abnegación y sapiencia su profesión. 

Don Edgar Robledo Santiago escribió sobre Don Belisario Dominguez: “Belisario Domínguez es un hombre singular en la humanidad. Ni su ciencia, ni sus cargos lo engrandecieron. Su grandeza era innata. Nació para la filantropía. Llevaba medicinas y consejos a sus enfermos, las medicinas eran parte de su patrimonio, los consejos eran parte de su alma. Nació para servir al pueblo”.

En su sencillez, Don Belisario Dominguez, ya con una brillante carrera política en Comitán y prestigio en todo el estado, declinó ser candidato a Senador por Chiapas, y aceptó la suplencia en la planilla que encabezó Leopoldo Gout, su amigo y compañero de luchas liberales. Once días después de recibir con dolor e indignación la noticia del asesinato del presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez; el 3 de marzo falleció el senador Gout y enseguida Don Belisario fue llamado como suplente para cubrir la vacante. Le correspondía actuar desde la tribuna más alta de la República en momentos dramáticos de la vida nacional.

La tercera lección es sobre el compromiso con la democracia. El Senador chiapaneco se formó en la escuela del liberalismo mexicano y del positivismo progresista. Estas vertientes del pensamiento conformaron su vocación por la democracia. En este sentido, hizo una contribución fundamental: Reanimar la causa de Madero: El vínculo entre la revolución y la aspiración de elecciones libres.

La cuarta lección es sobre la soberanía. En sus escritos y discursos, Don Belisario sitúa la integridad de la nación como la esencia del quehacer de los mexicanos. Su formación universal lo lleva a entender la soberanía como un principio integral. Pero para él, la soberanía no se limitaba a la salvaguarda de las fronteras del país, sino implicaba la elevación de las condiciones de vida de sus habitantes y el respeto a las garantías individuales y sociales.

El 25 de abril de 1913 cuando Francisco León de la Barra, ministro de  Relaciones Exteriores, se presentó en el Senado para solicitar la ampliación del plazo de permanencia de los barcos norteamericanos en Veracruz, se oyó la voz honesta de Don Belisario: "Señores Senadores, yo votaré en contra de la autorización que se nos pide, porque ella es un voto de confianza al gobierno que asesinó al presidente Madero”.

La quinta lección de Don Belisario Domínguez es sobre el ejercicio pleno de la libertad de expresión. En pos de un vehículo de expresión anímica e intelectual, fundó el periódico “El Vate” y en 1903, diez años antes de su muerte, con recia pluma escribía:
“Vigilad de cerca todos los actos públicos de vuestros gobernantes, elogiadlos cuando hagan bien, criticadlos cuando hagan mal. Sed siempre imparciales en vuestras apreciaciones. Decidid siempre la verdad y sostenedla con firmeza entera y muy clara.”

Grande fue la fe en la prensa de Don Belisario. Postuló la necesidad de que la sociedad creara sus propios medios, aún cuando estos fueron modestos. Utilizó el periodismo para decir verdades, para cultivar virtudes, para construir cívicamente, para elevar culturalmente, para combatir odios, rencores y mentiras. Para él, la libertad de palabra no era un atributo ornamental, sino un recurso vital de la existencia democrática.

Estas cinco lecciones nos dan perspectiva en el tiempo y nos sirven para responder a nuestras realidades. Pero las grandes lecciones de heroísmo del Senador Domínguez no se reducen a un motivo de bronces, son ejemplo vivo y cotidiano.

Señoras y Señores

Don Belisario es un héroe por que sostuvo con firmeza la verdad. Con la vulnerabilidad de un héroe civil y la grandeza de los personajes épicos, dio una gran lección sobre el cumplimiento de los deberes del ciudadano cuando ve en peligro las instituciones políticas de su país.

Don Belisario Dominguez es un héroe por que, para recrear la vigorosa expresión del poeta mayor Jaime Sabines, "anduvo con su propia muerte en las manos", poniendo en su palabra la dignidad del Senado de la República y de nuestra historia.

Ya lo dijo el poeta Enoch Cancino Casahonda: “Los héroes son nuestros puntos de referencia en el tiempo, señales que nos indican el camino. Atentos recordatorios para reprimir nuestra indolencia, nuestra vanidad, nuestra prepotencia; para servir sin descanso”.

Hagamos honor al legado de  Don Belisario Domínguez, al héroe sí, pero también al hombre, al Ser trascendente, al senador de ideas, valores y sacrificio; y también al vecino, al doctor, al alcalde, al político de ejemplos y hechos

Chiapas sabe dar a la nación grandes ejemplos y grandes hombres. Sabe mostrar a todo México Hechos y no solo palabras. Los grandes chiapanecos son también grandes mexicanos. Quienes sirven a Chiapas, tienen dimensión para servir a todo México. Don Belisario Domínguez es sin duda en ello, ejemplo e inspiración, guía  y camino.

Muchas Gracias

domingo, 13 de marzo de 2011

¿Por qué caerá Gaddafi?

   



  • Tras más de 41 años en el poder, todo apunta a que Muammar Gaddafi caerá, repudiado por la mayoría de su pueblo.


Por Zoé Robledo



"Yo sólo fui un aspirante a dictador. La historia te enseña que los dictadores no terminan bien". 


Augusto Pinochet (The Dictator de Jon Lee Anderson, The New Yorker, 19 de octubre de 1998).



"Su vida fue una serie no interrumpida de delitos, de voluptuosidades, de fraudes y de imposturas. No fue castigado, ¿pero fue feliz? Dios lo sabe; yo sólo sé que sus vasallos fueron desgraciados". Así describe Voltaire a Constantino el Grande en su Diccionario Filosófico (1764); usa su ejemplo para ilustrar el término tirano. Las mismas palabras podrían usarse como epílogo de una de las dictaduras más largas, excéntricas y brutales del siglo XX y lo que va del XXI: la del dictador libio Muammar Gaddafi.



¿Cómo caerá Gaddafi? Es una pregunta imposible de responder. Con Gaddafi lo inverosímil adquiere otro significado. Tan es posible que sea arrestado por la Corte Penal Internacional, como que huya a alguno de los pocos países donde todavía sería bienvenido (llámese Venezuela o Nicaragua); que se vaya como un mártir, como él mismo lo ha dicho y espere a que los manifestantes vayan por él a su complejo militar/palacio/búnker de Bab al-Azizia (el mismo que se negó a reconstruir luego de que Reagan ordenara bombardearlo en 1986). ¿Cuándo caerá? También es terreno de lo indescifrable. Lo que sí es posible enunciar son los elementos de una pregunta aún más importante: ¿por qué caerá?


1. Porque la institución de las tribus se está desmoronando.

Libia es un país de tribus. Su nombre proviene de una de ellas: los Libu, antiguos bereberes que ocuparon la Libia de la antigüedad. La mítica forma de vida de las tribus beduinas supera la postal de caravanas de comerciantes y ganaderos que cruzan el desierto en camellos. En realidad son el ordenamiento social y político de mayor arraigo e importancia. Gaddafi lo sabía desde que tomó el poder en 1969: para asegurar su permanencia debía manipular a las tribus. Entonces instauró la Jamahiriya, una simulación de República Popular sustentada en comités cuyos miembros eran elegidos entre las tribus más obedientes. Les dio privilegios, las cooptó, las compró y las transformó en la estructura de la administración pública. De esta forma, Gaddafi creó un régimen en el que el poder se concentraba en sus manos para luego pulverizarse desordenadamente entre los grupos tribales de la antigüedad. Sin instituciones, partidos políticos, oposición, sindicatos o cualquier otro contrapeso, ni siquiera una Constitución. Ahora ese sistema tribal será el que decida la nueva distribución del poder. Tres son las que tendrán posiciones estratégicas:

Los Warfallah, del este de Libia, son la tribu de mayor peso demográfico con más de un millón de integrantes. Son adversarios de antaño de Gaddafi a partir de un reclamo por corregir lo que consideran una exclusión injusta: han permanecido marginados del reparto de la riqueza petrolera del suelo que habitan en la región de Cirenaica. No sorprende que fueran los primeros en darle la espalda y pedir su dimisión.

En contraparte, está la tribu de los Gaddadfa, de la que proviene Gaddafi; menor en número de integrantes pero con un gran poder debido al reclutamiento de sus miembros en posiciones de mando de las fuerzas de seguridad y la fuerza aérea.

En este contexto, la tribu que aparece ahora como fiel de la balanza es la de Magarha, que durante muchos años gozó del favor de Gaddafi, quien los incorporó a las Fuerzas Armadas. Es la segunda en población y aunque hasta el momento se mantiene fiel al régimen, su posición parece incierta a partir de la violenta reacción de Gaddafi.

Gaddafi creó un complejo equilibrio entre tribus, en el que se presentaba como el gran árbitro entre ellas. Hoy esa estructura de poder se está derrumbando. Y sin ella, Gaddafi es insostenible.

2. Porque ignoró la fuerza de los jóvenes.

La edad promedio en Libia es de 24.2 años y más de un tercio de la población (6.4 millones de habitantes) está entre los 14 y los 29 años. Ellos son la base social de las revueltas libias. Sus causas no son distintas a las de los jóvenes de Túnez o Egipto: la misma mezcla explosiva de frustración, descontento político, evolución en el uso de tecnología y voces de jóvenes desempleados (con tasas del 30 por ciento). Todo un nuevo esquema de aspiraciones sin posibilidades de mejoras a la vista.

A esta circunstancia se suma otra exigencia que se ha escuchado fuerte en el Magreb: reformas y libertad. Si la actitud de las tribus representa la ruptura del sistema político de Gaddafi; la de los jóvenes es la expresión del malestar social generalizado.

3. Porque se quedó sin sucesor.

En Libia se daba por hecho que Gaddafi heredaría el poder a uno de sus ocho hijos. El problema era decidir a cuál de ellos. Entonces surgió una estrategia que parecía impecable: mostrar una cara reformista hacia el exterior aunque la línea dura se mantuviera al interior. El que mejor podía desempeñar ese papel era Saif el Islam, el segundo hijo de Gaddafi, un joven con un aspecto sobrio, un discurso occidentalizado y un doctorado de la London School of Economics (LSE): el progresista que guiaría al país hacia la modernidad. A su imagen se comenzaron a asociar posturas de moderación y acercamiento con occidente A él se atribuía la liberación de rehenes occidentales en manos de la guerrilla filipina Abu Sayyaf; la mediación en el pago de las indemnizaciones a los familiares de las víctimas del atentado aéreo de Lockerbie en 1988 (que derivó en el levantamiento de las sanciones de la ONU contra Libia); fue un factor decisivo en las negociaciones de 2007 para liberar a las cinco enfermeras búlgaras condenadas a muerte por haber infectado a más de 400 niños libios con el virus VIH, y la decisión, en 2003, de abandonar los programas de armas de destrucción masiva. Saif el Islam fue considerado por los países occidentales como el hijo que podría transformar, aunque fuera gradualmente, a la autocracia libia. Hoy es el vocero de la sangre. Apareció en televisión, pero no para hablar de reformas, sino para defender el brutal ejercicio de poder de su padre. Más de uno se decepcionó y otros aprendieron que es difícil salir impune de una relación con un dictador o sus familiares. El director de LSE, Howard Davies, tuvo que dimitir, no por el hecho de que Saif el Islam estudiara ahí, sino por haber recibido su dinero en forma de donaciones y la sospecha de que plagió su tesis doctoral.

4. Porque la intervención internacional es inevitable.

En el mejor de los casos, Gaddafi había engañado a las democracias occidentales. El padre de la Tercera Vía, Anthony Giddens, lo visitó en 2007 para hablar sobre el tema de la democracia. Días después Giddens escribió en The Guardian un pronóstico optimista: Gaddafi encabezaría la marcha hacia la democracia política en África. "Si se tiene en cuenta lo que suelen ser los estados de partido único, Libia no resulta particularmente represiva. Gaddafi parece auténticamente popular". En el peor de los casos, todos se hacían los disimulados de lo que ocurría en Libia por indiferencia o complicidad. No era ningún secreto que durante los últimos 41 años, Gaddafi había violado, cuando no exterminado, todos y cada uno de los principios democráticos: justicia, derechos humanos, libertad de expresión, elecciones. Para la organización no gubernamental Freedom House, Libia tiene el status de "país no libre" y tiene la peor calificación posible en la medición de derechos políticos y libertades civiles. El silencio de occidente fue ominoso. Por ello, ante la gravedad de la situación actual algún tipo de actuación militar es inevitable ¿Qué forma podría tomar? Son muchas las opciones. Las de carácter humanitario incluyen la designación de zonas seguras en las fronteras para la atención y evacuación de refugiados o la creación de corredores humanitarios para atender a la población civil.

Pero la verdadera discusión está en la pertinencia de establecer una medida aún más severa: una zona de exclusión aérea. Esto implicaría, según explicó el secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, un ataque a Libia para destruir sus defensas aéreas para poner fin a los ataques de Gaddafi contra la población. La medida es viable técnicamente, pero no lo es diplomáticamente; sería rechazada por los dos miembros con derecho a veto del Consejo de Seguridad de la ONU que son más sensibles respecto a su propia soberanía: China y Rusia. El tema de la intervención militar ha puesto a las potencias en una disyuntiva: la salida del respeto a la soberanía de un país, o el deber de intervenir ante una masacre que es posible detener. De una forma u otra, la comunidad internacional está obligada a superar los obstáculos, por grandes que éstos sean.

5. Porque es hora de que caiga.

El miércoles 9 de marzo fue un día especial para Muammar Gaddafi. Fue el día en que subió un peldaño más en su récord de dictador. Cumplió 41 años y 189 días en el poder, con lo que supera a Omar Bongo, presidente de Gabón que se mantuvo en el poder del 2 de diciembre de 1967 al 8 de junio de 2009, es decir 41 años y 188 días. De esta forma, Gaddafi se convirtió en el cuarto mandatario que, sin ser miembro de la realeza, ha gobernado su país durante más tiempo de forma consecutiva. Lo superan únicamente Fidel Castro con 49 años y 8 días (16 de febrero de 1959 al 24 de febrero de 2008); Chiang Kai-shek que gobernó China durante 46 años y 177 días (10 de octubre de 1928 al 5 de abril de 1975) y Kim Il-sung, de Corea del Norte, que antes de heredar el cargo a su hijo, gobernó durante 45 años y 302 días (9 de septiembre de 1948 al 8 de julio de 1994). En las revueltas árabes los años en el poder presagian la caída. Zine El Abidine Ben Ali gobernó Túnez durante 23 años; Hosni Mubarak gobernó durante 29 años Egipto.

Es la hora de la caída de Gaddafi, "el perro loco de Oriente Próximo", como lo llamó Reagan; el "megalómano capaz de desencadenar la tercera guerra mundial con el único fin de aparecer en la primera página de los periódicos", que describió Bush. Hoy que dispara contra su propio pueblo todas las leyendas del delirio por el poder de Gaddafi son certezas. Si no cae, como dice el filósofo francés Bernard- Henri Levy "los libios vivirán bajo la amenaza de un loco que ya no tiene nada que perder y que, tarde o temprano, hará lo que sea para que Libia desaparezca con él".

El autor es politólogo y analista político.








domingo, 13 de febrero de 2011

Revolución en Árabe













  •  La caída de Hosni Mubarak, en Egipto, simboliza la emergencia de un nuevo poder en el mundo árabe, el de la sociedad civil


Por Zoé Robledo

"El poder nunca da un paso atrás, sólo ante la presencia de más poder".

Malcolm X

Un hombre se acerca a una concurrida zona de la ciudad. Se detiene, se rocía de un líquido combustible, enciende un cerillo y se prende fuego frente a la mirada atónita de los transeúntes. Es un acto de protesta con el que inicia una serie de manifestaciones que tienen como consecuencia la caída de un régimen impopular y autoritario. El año es 1963. La ciudad es Saigón. El hombre es Thich Quang Duc, un monje vietnamita que se inmoló para protestar por la persecución de los budistas por parte del gobierno de Ngo Dinh Diem, primer presidente de la República de Vietnam del Sur. David Halberstam, corresponsal de The New York Times, ganaría un premio Pulitzer por su relato de ese instante: "...sentía en el aire el olor de la carne humana quemándose; los seres humanos se queman sorprendentemente rápido. Detrás de mí pude escuchar los sollozos de los vietnamitas que se reunían alrededor. Estaba demasiado horrorizado para llorar, demasiado confundido para tomar notas o hacer preguntas, demasiado desconcertado incluso para pensar..." (The Making of a Quagmire, New York, Random House, 1965). La imagen del monje, que impávido arde en llamas, quedó grabada en la memoria de toda una generación, y su sacrificio es considerado el punto de no retorno de la caída de un régimen. En los meses siguientes decenas de monjes repitieron la acción del primer mártir y el presidente Diem fue derrocado por sus aliados militares y asesinado en noviembre de 1963.

Hoy la historia parece repetirse. En la forma, aunque quizá no en el fondo. También la llamada Revolución de los Jazmines en Túnez tuvo como punto de quiebre la inmolación de un hombre, Mohamed Bouazizi, de 26 años, que perdió su fuente de ingresos: un puesto de frutas y verduras en la localidad tunecina de Sidi Bouzid. Pero las causas de Bouazizi fueron muy distintas a las de Thich Quang Duc. No hay en su martirio un sentido de colectividad sino de drama personal. No hay grandes causas históricas sino grandes sentimientos humanos. Frustración por tener un título universitario y estar obligado a vender frutas en la calle para alimentar a su familia. Ira por la forma con la que el gobierno lo despojó de su medio de subsistencia. Desesperación por la certeza de que nadie haría nada para ayudarlo. Su acto tuvo efectos insospechados en Túnez. Nadie en su entorno habría sospechado que su martirio público sería imitado en el mismo país y en países vecinos como Egipto, Argelia y Marruecos. Nadie esperaba que su sacrificio tocaría las fibras más sensibles de la población que perdió el miedo y salió a las calles a manifestarse. Nadie calculó que las protestas se organizarían por las redes sociales y darían pie a una revolución. Nadie, sobre todo el presidente Zine el Abidine Ben Ali, sospechaba que ese acto lo obligaría a huir del país que había gobernado durante 23 años. Nadie, en las democracias occidentales, previó que el 2011 comenzaría con un nuevo tipo de revolución en el mundo árabe.

¿Por qué nadie previno nada? Quizá porque estamos siendo testigos de un nuevo tipo de movimiento social. El filósofo francés Bernard-Henri Levy lo llamó e-revoluciones; su colega André Glucksmann lo califica de "revoluciones árabes". El periodista español Lluís Bassets, director adjunto de El País, lo nombra y describe como: "oleada revolucionaria, sin partidos y con mucha tecnología, y necesariamente pacífica, gandhiana". Atrás de estas definiciones hay argumentos, muchos y muy sólidos. Pero quizá este tipo de movimientos responde a una categoría aún más amplia: la del quinto poder.

El quinto poder es un fenómeno contemporáneo y es una modalidad inacabada de la ciudadanía social. Es una circunstancia en la que la comunidad humana percibe su poder, lo dimensiona en una mayor medida y se anima a ejercerlo. En este punto vale la pena preguntarnos, ¿es válido hablar de quinto poder en el mundo árabe? ¿En un espacio político donde el poder se concentra en muy pocas manos; en sociedades donde la división clásica entre Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial carece de todo sentido; donde el cuarto poder, entendido como los medios de comunicación tradicionales, está controlado de forma vertical y unilateral, por lo que pierde su capacidad de emitir opinión, seleccionar los temas relevantes de la agenda pública o influir en la estructura de decisiones colectivas? En sociedades en consolidación democrática o plenamente democráticas, a los cuatro poderes existentes se suma la sociedad como un quinto poder. Es protagonista y ejerce su derecho de participación, su capacidad de veto, su voluntad de hacer exigencias violentas. Pero no es un accidente, una maldición ni una virtud privativa de las democracias. Es un fenómeno normal cuando las vías de relación con el gobierno pierden su verticalidad; cuando el despertar de una sociedad coincide con el letargo de sus autoridades; cuando existe una brecha entre la percepción popular y las certezas de quienes toman las decisiones; cuando se pierde la empatía y una sociedad comienza a tener dos ritmos cardiacos, que laten simultánea pero desincronizadamente. Y esto puede ocurrir lo mismo en sistemas democráticos y no democráticos. Entonces, si es posible hablar de quinto poder en el Magreb y Medio Oriente, qué características y elementos se han expresado en los movimientos sociales del 2011.

I

La primera característica del quinto poder es su legitimidad: son los ciudadanos los que actúan a partir de aspiraciones muy concretas. Una de ellas, acceder a derechos y beneficios de los que han permanecido marginados. El detonador es el interés para corregir lo que se considera una exclusión injusta. En ese sentido, se presentan dos características, dos detonadores comunes en los países del Norte de África y Medio Oriente: gobiernos autocráticos y deterioro de las condiciones de vida.

En Túnez la energía social se volcó contra el presidente Zine el Abidine Ben Ali, que tuvo que huir del país que gobernó 23 años. En Egipto el presidente Hosni Mubarak concedió primero no presentarse a la reelección, tras 29 años en el poder; el jueves pasado anunció que gobernaría hasta los comicios de septiembre, pero el viernes tuvo que dimitir ante la presión social. En Yemen, Ali Abdullah Saleh, con 20 años en el poder, tampoco se presentará a la reelección. Este reclamo legítimo por la sustitución de los liderazgos tiene la potencialidad, en mayor o menor medida dependiendo de cada país, de convertirse en un elemento replicable en toda la región del Norte de África y Oriente Medio.

La revista The Economist acaba de publicar el The Shoe Thrower's index o Índice del lanzador de zapatos, en alusión al periodista iraquí Mountazer al-Zaidi, que en mayo de 2008 lanzó sus zapatos al entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush. Se trata de una medición del estado de malestar del mundo árabe. Se construyó a partir de la ponderación de distintos indicadores conocidos: población menor de 25 años, número de años en el poder del mandatario en turno, corrupción y falta de democracia medida por los indicadores de Transparencia Internacional y Freedom House, ingreso per cápita y nivel de censura. Este índice intenta establecer qué países tienen más probabilidad de presentar movilizaciones sociales o, como lo señala la revista: "intentamos predecir hacia dónde se dirigirá el perfume de jazmín". El resultado arroja a 12 países con más de 50 puntos, siendo 100 el valor de más alta inestabilidad. En orden descendiente, los países son: Yemen, Libia, Egipto, Siria, Irak, Omán, Mauritania, Arabia Saudita, Argelia, Jordania, Túnez y Marruecos. Según el reporte 2010 de la organización no gubernamental Freedom House, sobre el grado de libertades políticas en cada país, de estos 12 países 11 están en el rango de "no libres" mientras que sólo Marruecos entra en la categoría de parcialmente libre.

Además, en estos 12 países, se observa otra característica común: son gerontocracias. La referencia al gobierno de los más viejos no se refiere únicamente a la edad de los mandatarios, que en promedio es de 61.5 años, con extremos en Arabia Saudita, donde el Rey Abdalá bin Abdelaziz al-Saud tiene 86 años y Siria, donde el presidente Bashar al-Asad tiene apenas 45. No. La referencia es por otra razón: los años que llevan en el poder. De los 12 países enumerados, en promedio los mandatarios llevan 17.3 años ejerciendo el poder. Igual, con extremos como el de Muammar al-Gaddafi en Libia, que lleva 41 años; y Mohamed Ould Abdel Aziz, de Mauritania, que apenas en 2008 accedió al poder luego de dar un golpe de Estado al gobierno democrático del presidente Sidi Ould Cheikh Abdallahi, en agosto del 2008. Resulta claro que el cambio generacional se complica cuando el poder se traspasa entre familiares o se asume como un elemento del patrimonio personal del mandatario que arriesgó la vida para alcanzarlo.

II

Una segunda característica es su carácter reactivo. La organización y activación de los movimientos del quinto poder es generalmente una respuesta a acciones de otros actores sociales y no el producto de iniciativas propias. Este poder no se activa si no recibe un estímulo -interno o del exterior- que lo impulse: requiere ser disparado por algún resorte. En este caso fue el incremento de precios de los alimentos y el desempleo crónico que sufren las naciones del Magreb y Oriente Medio. También en este rubro son muchas las coincidencias observadas en los 12 países. Primero, son países de gente muy joven con políticos muy viejos. La edad promedio de la población es de 22.8 años. Segundo, la tasa de desempleo, en promedio, es de 21.31 por ciento. Según un cálculo del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas y la Liga Árabe, la mitad de los jóvenes de los países árabes están desempleados y el 40 por ciento de la población, es decir, más de 140 millones de personas, está por debajo del índice de pobreza.

Esos jóvenes fueron el motor de la reacción: pasaron en pocas semanas de estar paralizados por el autoritarismo y con sus expectativas congeladas, a conformar una ciudadanía inconforme, activa y sin miedo. En este sentido, se aprecia la formación y liberación de nuevas fuerzas en el seno de estas sociedades. Surge una organización espontánea. Surgen nuevos protagonistas, se activan conglomerados anónimos que antes permanecieron en la pasividad. Los líderes del quinto poder tienen características muy particulares que los ubican lejos de los liderazgos políticos tradicionales. Además de Mohamed Bouazizi, en Túnez surge Slim Amamou, un activista y bloguero de 33 años que, luego de ser detenido, se convirtió en secretario de juventud y deporte del gobierno de unidad nacional de Mohammed Ghannouchi. En Egipto, Jaled Said, otro bloguero, es asesinado a los 28 años por la policía secreta y se convirtió en el símbolo, casi un mártir, de la revuelta popular en Alejandría.

III

La tercera característica del quinto poder es su dependencia de las redes sociales. El quinto poder rara vez surge entre individuos sin nexos. A su dependencia de un marco cultural, histórico o geográfico, se suma un nuevo elemento: la tecnología, el uso de herramientas de internet que permite a la ciudadanía tejer redes de identificación mutua que los hace más resistentes y efectivos.

Los gobiernos que hoy están en crisis, o tienen potencialidad para estarlo, impidieron durante mucho tiempo la formación de fuerzas populares organizadas políticamente o de cualquier otra manera. En Túnez, el gobierno de Ben Ali frenó toda clase de expresiones populares. Pero estas permanecieron latentes y se activaron a partir de elementos novedosos: el cable de WikiLeaks en el que el embajador estadounidense dibuja a Túnez como una nación "enferma por la corrupción de su gobierno y de la familia del Presidente". A partir de eso, en Túnez la revolución se vivió en internet. Antonio Navarro escribía para Foreign Policy: "sin las redes sociales y la blogosfera la revolución tunecina no habría tenido lugar". Facebook se convirtió en un foro de debates de los jóvenes contestatarios; Twitter en el medio para la convocatoria y organización de las manifestaciones callejeras. Los llamados smartphones, celulares con cámara de fotos y video, y YouTube, sirvieron para llevar un registro de la insurrección. Todo de forma espontánea. Quizá la expresión más organizada fue la embestida del colectivo hacker llamado Anonymous, contra páginas web del gobierno tunecino. La organización del quinto poder estuvo en manos de los internautas. Es cierto que el resto de los países del norte de África y Oriente Medio no cuenta con el mismo nivel de acceso a internet que tiene Túnez. Sin embargo, las redes sociales son las grandes esperanzas de los movimientos del quinto poder en esas latitudes a partir de la sensación de que pueden cambiar al mundo.

IV

La cuarta característica del quinto poder es su vocación transformadora. La sociedad se relaciona porque comparte la aspiración por formas de vida que, real o supuestamente, consideran mejores. Reacciona para transformar determinados planos de su vida y evidenciar su existencia con su capacidad de movilizarse. La sociedad ha descubierto su poder y lo pone a prueba en su capacidad de transformar el statu quo. El quinto poder existe cuando es capaz de transformar y, en este caso, el motor de transformación es la democracia. No hay un llamado a tomar el poder. En la región, y principalmente en Túnez y Egipto, la consigna es libertad y democracia. Ambos países demostraron su vocación democrática en sus manifestaciones, donde reinó la tolerancia religiosa, la moderación y la civilidad.Ahora, el enorme reto del quinto poder es que ese florecimiento democrático sea eso, y no una oportunidad para los islamistas organizados. En ese sentido, el legado de este movimiento es, quizá, romper el prejuicio que indica que la palabra democracia no puede estar acompañada de la palabra árabe. Para lograrlo, los nuevos gobiernos emanados de la Revolución de los Jazmines, más allá de su orientación, tendrán que aprender a convivir con el quinto poder; con una sociedad activa que demanda su inclusión en el espacio público. ·






El autor es politólogo y analista político. twitter.com/zoerobledo