La imagen dice más que mil discursos. Son
siete mujeres mexicanas el 12 de abril de 1938. Tres de ellas con trenzas y
rebozos, cargan igual número de gallinas; las otras cuatro, peinadas, pintadas
y con sombreros de moda, voltean y sonrien a la cámara. Reunidas alrededor de
una improvisada mesa de recepción, las une una causa: La nacionalización del
petroleo. La fotografía, de los archivos Casasola, aparece en el libro “La
Expropiación del Petróleo 1936-1938”, de Jesús Silva Herzog y Miguel Casasola (México,
PEMEX, FCE, 1981, p. 99.) y en la página
de internet: www.inehrm.gob.mx/imagenes/aniverexpe/09.jpg.
Imágenes como esta se repetían en diferentes
puntos del país: Comités ciudadanos, muchos de ellos femeninos, recolectaron joyas,
gallos y gallinas que eran donados a manera de contribución para pagar la deuda
petrolera. Los cronistas cuentan que estas contribuciones eran multitudinarias;
había que unirse para pagar a las empresas extranjeras y que el
petróleo fuera nuestro. Al donar, se hacía patente el acuerdo con la decisión
de Lázaro Cárdenas.
Hoy estamos en un momento similar; en el que
se discute qué hacer con el petróleo de México. Decisiones de hoy que tendrán
reflejos en el futuro. No es un tema sencillo. Para empezar, la renta petrolera
mexicana cubre entre el 33% y el 40% del presupuesto nacional. Es decir, las
ganancias obtenidas en la explotación y transformación —hasta donde es posible—
cubre una buena parte del gasto mexicano en todas sus vertientes. El problema
está en que se requiere de recursos para mantener la producción y para
convertir los aceites en estado natural a gasolinas y demás satisfactores que
se utilizan en el país o se exportan.
¿Qué hacer? La respuesta de algunos es convocar
a la iniciativa privada en un proceso de privatización total o parcial, para
que aporte los capitales que se requieren. Parece una salida facil, porque el
petróleo, en cualquier parte del mundo, tiene una alta rentabilidad y las
ganancias siempre son un atractivo para los inversionistas. El problema está en
que los inversionistas, de aquí o de allá, vienen por las ganancias y los
intereses del país no son un factor de estímulo, si no que hasta podrían ser un
obstáculo para las pretensiones de los inversionistas privados.
¿Hay otro camino? Sí: Fortalecer a PEMEX. La
propuesta que respaldamos los Senadores del PRD, elaborada por especialistas
encabezados por el Ingeniero Cuauhtemoc Cárdenas, plantea que PEMEX mantenga la conducción central y dirección
estratégica de la industria petrolera garantizando la seguridad energética de
las próximas generaciones de manera suficiente, continua, económica,
diversificada y de alta calidad. Siempre con respeto pleno al medio ambiente,
impulsando el desarrollo sustentable y propiciando una transición energética a
fuentes alternativas de energía.
En esta opción, el cambio de régimen fiscal en Petróleos
Mexicanos es una condición necesaria, ya que, en vez de venir de la iniciativa
privada, la inversión vendría de los propios ingresos de Pemex al reducir la
pesada loza fiscal que tiene actualmente: 70 centavos de cada peso de ingreso
totales de Pemex se van a la Secretaría de Hacienda por concepto de Impuestos,
Derechos y Aprovechamientos, dejando plenamente descapitalizada a la
paraestatal.
En ambos casos se reconoce la necesidad de aplicar
una agresiva política de inversión pública canalizada a la exploración y
producción; transformación industrial de hidrocarburos; autosuficiencia de
insumos petroquímicos y productos derivados; mantenimiento; comercialización, distribución, transportación, almacenamiento,
investigación y desarrollo tecnológico e internacionalización de Pemex; la
pregunta es: ¿De dónde saldrán los recursos? Ahí está la diferencia, la
disyuntiva y la obligación de responder a partir de una reflexión madura,
plural y profunda sobre lo que ha de hacerse para enfrentar este desafío de la
historia del país.
Permanecer sin cambios en el manejo de los
hidrocarburos mexicanos puede también tener riesgos de alto nivel por ello es
importante que los mexicanos opinen al respecto. Que opinen porque cualquiera
de las decisiones va a tener un costo, no solamente político, sino también económico
y social para los grandes grupos de la nación. Decir que la única salida es la
privatización es atentar contra la soberanía de la nación. Así de simple. Pero
decir que no se debe hacer absolutamente nada con la situación de Pemex también
es afectar a la nación en el mediano y largo plazos. El petróleo es finito y,
por eso mismo, se requiere de la opinión de los mexicanos y su compromiso para
hacer sacrificios. Corresponde a los mexicanos con una mayor claridad de ideas,
reflexionar para que los sacrificios sean compartidos con una mayor y mejor
justicia.
Los problemas de la democracia se resuelven
con más democracia. Por ello, los 20 Senadores que integramos las comisiones de
Gobernación y de Estudios Legislativos Primera, tenemos la obligación de
sesionar para dictaminar la Ley Reglamentaria de la Reforma Política del 2011 para
otorgarle a nuestro sistema político herramientas de democracia directa para la
toma de decisiones colectivas. Ya somos cuatro, Armando Ríos Piter también del
PRD, Javier Corral y Fernando Yunes del PAN; los Senadores que hemos hecho
pública nuestra disposición de sesionar. Faltan dieciséis.
Las razones para seguir esta ruta sobran: La creciente
exigencia de participación en la vida política, nos obliga a garantizar,
promover y proteger el derecho de los ciudadanos mexicanos a ser consultados
para la toma de decisiones públicas sobre asuntos de trascendencia nacional. Y
este es el caso del petróleo. Sesionar nos permitiría enfrentarnos a un recuento
ordenado y válido de las opiniones nacionales, para no caer en la simulación,
que éstas opiniones sean vinculatorias. La población en el país ya ha alcanzado
la mayoría de edad y puede decidir sin mayores dificultades.
Esta es una gran oportunidad para nuestra
democracia, para transitar de la modalidad representativa a las de participación
ciudadana de mayor nivel. De la elección de los gobernantes y representantes se
debe transitar, institucionalmente, a las formas más acabadas de la decisión
directa; sobre todo en los asuntos que, como los hidrocarburos, son de interés
de Estado y de la sociedad. Si el asunto entraña riesgos y sacrificios, es la
ciudadanía quien debe conocerlos y, llegado el caso, asumirlos plenamente. México
es un país en donde, por fortuna, tenemos la libertad para elegir entre una amplia gama de
posibilidades. Es la ventaja de un país que ha sabido conservar el dominio sobre
sus recursos naturales en todo el territorio. Otros países, de plano, no pueden
decir lo mismo. Necesitamos que el tema se discuta con todas sus aristas y
posibilidades. Que llegue el aire fresco
de la pluralidad. Necesitamos que los mexicanos, ya mayores de edad, se asuman
como tales. Necesitamos que las fuerzas políticas estén a la altura de las
circunstancias. Se requiere, con urgencia, sesionar antes del 9 de agosto para
dotar de estas herramientas a la democracia mexicana y estrenarnos, con
madurez, en un nuevo esquema de participación en el que cada quien asume las
consecuencias de su decisión.
* El autor es Senador por Chiapas y
Secretario de la Comisión de Estudios Legislativos Primera.
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