Septiembre en Chiapas

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miércoles, 23 de abril de 2014

Zapata, Zapatismo y Zapatistas.






Zoé Robledo*
22 de abril de 2014

De Getsemaní a Chinameca: del beso al “As de Oros”. La flor de la palabra sobrevive



Zapata entonces fue tierra y aurora
En todo el horizonte aparecía
La multitud de su semilla armada...
No esperes, campesino polvoriento
Después de tu sudor la luz completa
Y el cielo parcelado en tus rodillas
Levántate y galopa con Zapata.
-Pablo Neruda.-

La semana pasada fue de descanso obligado por las tradiciones.  Por eso mismo no se publicó esta columna escrita en recuerdo del general Emiliano Zapata, en un aniversario más del asesinato en aquel 10 de abril.  Es un recordatorio luctuoso, precisamente a un personaje que vive en la memoria de muchos mexicanos.
Los días pasados también correspondieron a  la Semana Mayor, que es un recordatorio de traiciones, afrentas y búsquedas de un escenario mejor para los seres humanos. Es un recordatorio franco en el sentido de que lo valioso, aun cuando solamente fuera una propuesta, ha permanecido.

¿Por qué digo que Emiliano Zapata sigue vivo en la memoria? Porque el guerrero del sur logró lo que pocos, trascendió a través de un legado.
Zapata expuso en su Manifiesto: “No morirá la flor de la palabra...  Podrá morir el rostro oculto de quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder”. ¡Vaya que tenía razón! La flor de la palabra no morirá nunca.

En Morelos, y en varios puntos de la geografía mexicana, los latifundistas sometían a los campesinos. Zapata ya adulto, empezó a organizar a la comunidad para defender el inviolable derecho a la tierra.

Inició su lucha contra el gobierno de Porfirio Díaz y una vez derrocado, al no obtener respuesta del gobierno de Madero  a sus demandas agrarias, volvió a levantarse en armas; bajo  el Plan de Ayala, que resume las esencias del zapatismo.
Zapata impulsó las primeras comisiones agrarias a través del secretario de agricultura y colonización el Gral. Manuel Palafox. También influyó para establecer la figura  del crédito agrícola; la caja rural de préstamos y apoyó al sector azucarero, entre otras acciones.

El Caudillo del Sur luchó y llegó a la ciudad de México. Estuvo a punto de tomar el poder, pero fue congruente con su convicción de que la política no es para los hombres del campo. Él le rehuyó al poder y nunca pretendió sentarse para permanecer en la silla presidencial. Su aspiración era más trascendente: acabar con las injusticias; hacer que se cumpliera con las leyes y que éstas fueran cada vez más justas.
Zapata era eficaz en la lucha abierta. Por lo tanto, para derrotarlo, había que recurrir a la traición. El coronel Jesús Guajardo le escribió al caudillo diciéndole que estaba dispuesto a desertar y a entregarle una importante dotación de armas y municiones.
El 9 de abril de 1919 Guajardo simuló amotinarse en Jonacatepec y tomó la población en nombre de Zapata. Durante la tarde del mismo día Zapata y Guajardo se reunieron en una pequeña estación de ferrocarril y el caudillo recibió de Guajardo el obsequio de un hermoso caballo llamado “As de oros”. Ambos acordaron entrevistarse a la mañana siguiente en la hacienda de Chinameca, junto al río de Cuautla.

Aunque recelaba de la fidelidad de Guajardo, Zapata se sentía seguro en los terrenos de la hacienda, que conocía perfectamente desde su niñez.
El 10 de abril de 1919, después de conferenciar con Guajardo, Zapata aceptó una invitación para comer en el casco de Chinameca. Montado en “El As de Oros”, marchó hacia el portón con una pequeña escolta. Al entrar, un clarín repitió el toque de honor y al hacerse el silencio, los soldados que presentaban armas dispararon sobre el General del Sur.

Al anochecer, el cadáver fue llevado a Cuautla y arrojado a los pies de Pablo González, quien examinó el rostro con una linterna. El entierro fue filmado y se expidió un boletín de prensa que decía: “Desaparecido Zapata, el zapatismo ha muerto. Zapata fue simplemente un bandolero”.
Sin embargo, el zapatismo vivirá en tanto no solucionemos el problema que le dio origen. Este problema es el que resulta de la pobreza, la injusticia, la impunidad y las desigualdades sociales.

Las propuestas de Emiliano Zapata son vigentes aun cuando las circunstancias han cambiado. El mensaje del caudillo suriano es el de volver los ojos al campo. Es el de modernizar el cultivo de la tierra y humanizar el trato a sus habitantes. Zapata hoy exigiría un manejo republicano de los recursos para nuestros espacios rurales. Exigiría equidad, transparencia y oportunidad para que la fuerza de la Nación llegue a los mexicanos menos favorecidos.

* El autor es Senador por Chiapas y Presidente de la Comisión de Biblioteca y Asuntos Editoriales.

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