Septiembre en Chiapas

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miércoles, 30 de abril de 2014

DON BELISARIO DOMÍNGUEZ: EL ARSENAL DE LA PALABRA



Zoé Robledo*
29 de abril de 2014

El día 25 de abril recordamos el natalicio del Dr. Belisario Domínguez. Celebramos al hombre, al vecino de Comitán, al médico solidario y apasionado, al alcalde comprometido y  sencillo,  al ciudadano de altos valores. Conmemoramos al hombre de hechos y convicciones: más allá de la figura y las palabras para el bronce intocable.
Belisario Domínguez fue un gran mexicano, porque fue un chiapaneco de excepción. Su estatura nacional, que lo hace presente en los estantes privilegiados de la memoria,  se explica por labor social, frecuentemente apasionada y siempre humanista. Se explica por su actitud humilde, por su congruencia personal y por sus acciones plenas de nobleza. 

El  17 de julio de 1889, Don Belisario Domínguez obtuvo su título de médico cirujano, partero y oculista,  después de sustentar un brillante examen allá en la Sorbona, que vivía los grandes tiempos de la ciencia adherida al humanismo. Como buen chiapaneco, de raíces profundas,  el Dr. Domínguez volvió a Comitán  para ejercer su profesión bajo el signo del altruismo y la sapiencia.

Como conocedor de la naturaleza humana, supo lo que la vida valía y el significado de la muerte. Sin embargo, no titubeó en perder la una y encontrar la otra, en su clara y definida —consciente y calculada— renunciación suprema.

Para tener un vehículo de expresión anímica e intelectual, fundó el periódico, El Vate, y en 1903 -diez años antes de su muerte- con su pluma firme  escribía:

Vigilad de cerca todos los actos públicos de vuestros gobernantes; elogiadlos cuando hagan bien, criticadlos cuando obren mal. Sed siempre imparciales en vuestras apreciaciones. Decid siempre la verdad y sostenedla con firmeza entera y muy clara.
Don Belisario Domínguez, con una brillante presencia política en Comitán, declinó ser candidato a Senador por Chiapas y aceptó la suplencia en la planilla que encabezó Leopoldo Gout, su amigo y compañero de luchas liberales.

Once días después de recibir con dolor e indignación la noticia del asesinato del presidente Madero y del vicepresidente Pino Suárez, el 3 de marzo de 1913, falleció el senador  Gout y enseguida Don Belisario fue llamado al Senado. Le correspondería trabajar en un tiempo dramático de la vida nacional.

Don Belisario Domínguez, fue Senador por tan solo siete meses. Sin embargo, ese corto tiempo fue suficiente para mostrarle a la Nación su estatura moral,  su verticalidad ciudadana y su congruencia en todos los sentidos.

El 25 de abril de 1913, cuando Francisco León de la Barra, ministro de  Relaciones Exteriores, se presentó en el Senado para solicitar la ampliación del plazo de permanencia de los barcos norteamericanos en Veracruz, se oyó la voz de Don Belisario: "Señores Senadores, yo votaré en contra de la autorización que se nos pide, porque ella es un voto de confianza al gobierno que asesinó al presidente Madero”.

Son muchas las lecciones que dejaron la vida y el sacrificio de Don Belisario Domínguez. Tratemos de entenderlas separadas unas de otras.

La primera es sobre la lealtad. La coherencia ética del individuo con los principios, con la verdad y sus convicciones. En su momento, Don Belisario hizo saber del crimen más brutal de Huerta: la traición a la confianza que en él depositara Madero. Una acción vil de deslealtad.  Ser leal, ayer y siempre, es ejercitar la congruencia. La lealtad no es sólo una virtud, es una condición fundamental para todos los planos en la vida de los seres humanos.

La segunda lección es la  humildad,  don Edgar Robledo Santiago, conocido profesor y político, chiapaneco también, escribió sobre don  Belisario Domínguez: “es un hombre singular en la humanidad. Ni su ciencia, ni sus cargos lo engrandecieron. Su grandeza era innata. Nació para la filantropía, los consejos eran parte de su alma. Nació para servir al pueblo”.

La tercera lección es sobre el compromiso con la libertad y la democracia. El Senador chiapaneco se formó en la escuela del liberalismo mexicano y del positivismo progresista. Estas vertientes del pensamiento conformaron su vocación por la vida libre en la democracia. En este sentido, con su comportamiento y su sacrificio, hizo una contribución fundamental: Reanimar la causa de Madero: El vínculo revolución y elecciones.

La cuarta lección es sobre la soberanía. En sus escritos y discursos, Don Belisario sitúa la integridad de la nación como la esencia del quehacer de los mexicanos. Su formación universal lo llevó a entender la soberanía como un principio integral e irrenunciable. Para él, la soberanía no se limitaba a la salvaguarda de las fronteras del país. También implicaba mejorar las condiciones de vida de sus habitantes y el respeto a las garantías individuales y sociales. La soberanía nacional es, en ese orden, un concepto que trasciende al espacio: la globalización no es solamente un sinodal de nuestra identidad, sino también de nuestra inteligencia.

La quinta lección de Don Belisario es sobre el ejercicio pleno de la libertad de expresión. Su palabra fue convertida en vía de acción, desde su pueblerino periódico El vate hasta sus históricos discursos en el Senado de la República. Confiaba en la prensa y en la comunicación de las ideas. Postuló la necesidad de que la sociedad creara sus propios medios, aun cuando estos fueran modestos. Para él, la libertad de palabra no era un atributo ornamental: era —es— un recurso vital de la existencia.

Las cinco lecciones nos dan nuevas perspectivas en el tiempo. No son para los bronces grises e inertes, sino para convocar a otros ejemplos trascendentes. El bronce es gris; el árbol de la vida y del ejemplo tienen matices multicolores.


* El autor es Senador por Chiapas y Presidente de la Comisión de Biblioteca y Asuntos Editoriales.

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