El día 25 de abril recordamos el natalicio del Dr.
Belisario Domínguez. Celebramos al hombre, al vecino de Comitán, al médico
solidario y apasionado, al alcalde comprometido y sencillo,
al ciudadano de altos valores. Conmemoramos al hombre de hechos y
convicciones: más allá de la figura y las palabras para el bronce intocable.
Belisario Domínguez fue un gran mexicano, porque
fue un chiapaneco de excepción. Su estatura nacional, que lo hace presente en
los estantes privilegiados de la memoria,
se explica por labor social, frecuentemente apasionada y siempre
humanista. Se explica por su actitud humilde, por su congruencia personal y por
sus acciones plenas de nobleza.
El 17 de
julio de 1889, Don Belisario Domínguez obtuvo su título de médico cirujano,
partero y oculista, después de sustentar
un brillante examen allá en la Sorbona, que vivía los grandes tiempos de la
ciencia adherida al humanismo. Como buen chiapaneco, de raíces profundas, el Dr. Domínguez volvió a Comitán para ejercer su profesión bajo el signo del
altruismo y la sapiencia.
Como conocedor de la naturaleza humana, supo lo que
la vida valía y el significado de la muerte. Sin embargo, no titubeó en perder
la una y encontrar la otra, en su clara y definida —consciente y calculada—
renunciación suprema.
Para tener un vehículo de expresión anímica e
intelectual, fundó el periódico, El Vate, y en 1903 -diez años antes de su
muerte- con su pluma firme escribía:
Vigilad de cerca todos los actos públicos de
vuestros gobernantes; elogiadlos cuando hagan bien, criticadlos cuando obren
mal. Sed siempre imparciales en vuestras apreciaciones. Decid siempre la verdad
y sostenedla con firmeza entera y muy clara.
Don Belisario Domínguez, con una brillante
presencia política en Comitán, declinó ser candidato a Senador por Chiapas y
aceptó la suplencia en la planilla que encabezó Leopoldo Gout, su amigo y
compañero de luchas liberales.
Once días después de recibir con dolor e
indignación la noticia del asesinato del presidente Madero y del vicepresidente
Pino Suárez, el 3 de marzo de 1913, falleció el senador Gout y enseguida Don Belisario fue llamado al
Senado. Le correspondería trabajar en un tiempo dramático de la vida nacional.
Don Belisario Domínguez, fue Senador por tan solo
siete meses. Sin embargo, ese corto tiempo fue suficiente para mostrarle a la
Nación su estatura moral, su
verticalidad ciudadana y su congruencia en todos los sentidos.
El 25 de abril de 1913, cuando Francisco León de la
Barra, ministro de Relaciones
Exteriores, se presentó en el Senado para solicitar la ampliación del plazo de
permanencia de los barcos norteamericanos en Veracruz, se oyó la voz de Don
Belisario: "Señores Senadores, yo votaré en contra de la autorización que
se nos pide, porque ella es un voto de confianza al gobierno que asesinó al
presidente Madero”.
Son muchas las lecciones que dejaron la vida y el
sacrificio de Don Belisario Domínguez. Tratemos de entenderlas separadas unas
de otras.
La primera es sobre la lealtad. La coherencia ética
del individuo con los principios, con la verdad y sus convicciones. En su
momento, Don Belisario hizo saber del crimen más brutal de Huerta: la traición
a la confianza que en él depositara Madero. Una acción vil de deslealtad. Ser leal, ayer y siempre, es ejercitar la
congruencia. La lealtad no es sólo una virtud, es una condición fundamental
para todos los planos en la vida de los seres humanos.
La segunda lección es la humildad,
don Edgar Robledo Santiago, conocido profesor y político, chiapaneco
también, escribió sobre don Belisario
Domínguez: “es un hombre singular en la humanidad. Ni su ciencia, ni sus cargos
lo engrandecieron. Su grandeza era innata. Nació para la filantropía, los
consejos eran parte de su alma. Nació para servir al pueblo”.
La tercera lección es sobre el compromiso con la
libertad y la democracia. El Senador chiapaneco se formó en la escuela del
liberalismo mexicano y del positivismo progresista. Estas vertientes del
pensamiento conformaron su vocación por la vida libre en la democracia. En este
sentido, con su comportamiento y su sacrificio, hizo una contribución
fundamental: Reanimar la causa de Madero: El vínculo revolución y elecciones.
La cuarta lección es sobre la soberanía. En sus
escritos y discursos, Don Belisario sitúa la integridad de la nación como la
esencia del quehacer de los mexicanos. Su formación universal lo llevó a
entender la soberanía como un principio integral e irrenunciable. Para él, la soberanía
no se limitaba a la salvaguarda de las fronteras del país. También implicaba
mejorar las condiciones de vida de sus habitantes y el respeto a las garantías
individuales y sociales. La soberanía nacional es, en ese orden, un concepto
que trasciende al espacio: la globalización no es solamente un sinodal de
nuestra identidad, sino también de nuestra inteligencia.
La quinta lección de Don Belisario es sobre el
ejercicio pleno de la libertad de expresión. Su palabra fue convertida en vía
de acción, desde su pueblerino periódico El vate hasta sus históricos discursos
en el Senado de la República. Confiaba en la prensa y en la comunicación de las
ideas. Postuló la necesidad de que la sociedad creara sus propios medios, aun
cuando estos fueran modestos. Para él, la libertad de palabra no era un
atributo ornamental: era —es— un recurso vital de la existencia.
Las cinco lecciones nos dan nuevas perspectivas en
el tiempo. No son para los bronces grises e inertes, sino para convocar a otros
ejemplos trascendentes. El bronce es gris; el árbol de la vida y del ejemplo
tienen matices multicolores.
* El autor es Senador por Chiapas y Presidente
de la Comisión de Biblioteca y Asuntos Editoriales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario