El viernes trece de junio, los senadores del
Partido de la Revolución Democrática (PRD) abandonamos los debates en torno a
las leyes secundarias dentro de la reforma energética. Abandonamos el debate en
el Senado, porque ahí se violaron no solamente las normas establecidas en el
reglamento vigente de debates, sino que también se faltó ala mínima ética
política que no permite las burlas al país ni el autoritarismo contra los
legisladores mexicanos en funciones.
Sin respeto a las minorías, legislativas o
no, no hay democracia. La práctica
democrática implica aceptar a la pluralidad como un ingrediente del ejercicio
libre del pensamiento y de la organización política. En ese orden, hablar de
democracia oprimiendo a la minoría es, para decir lo menos, un juego perverso:
la minoría, sobre todo cuando tiene diversas razones válidas, se debe expresar
sin ninguna limitación en todos los foros legislativos.
Consecuentes con esa premisa de la
democracia, los senadores del PRD optamos por retirarnos del diálogo-monólogo
que habían implementado el PRI y su aliado el PAN. Ellos tienen la mayoría,
pero se niegan a debatir las razones. En un primer paso, trazaron un calendario
tramposo, suponiendo que los mexicanos quedarían paralizados mentalmente por el fútbol y esa mayoría pudiera aprovechar el momento, supuestamente favorable a
ellos, para actuar con toda impunidad en el Congreso. Actuar sin mayores
dificultades.
Ciertamente, a la mayoría de los mexicanos
nos gusta el fútbol y disfrutamos o sufrimos respectivamente los altibajos de
nuestra selección. Tenemos puesta la
camiseta del equipo nacional; pero esta actitud no se contradice con la opción
por los intereses nacionales. No sería exagerado decir que al contrario, pero
por ahora vayamos a otro plano del asunto.
Lo que sucedió en el Senado es que se violó
el reglamento interno al pretenderse limitar las participaciones de quienes nos
oponemos a una legislación entreguista relacionada con los energéticos.
Nuestros argumentos han sido apabullantes sobre el error de dejar los recursos
energéticos en manos privadas que no buscan el desarrollo del país, sino la
ganancia pronta y fácil. No se puede poner a competir a PEMEX con los grandes
corporativos transnacionales cuya acumulación de recursos y tecnologías lleva
más de un siglo en algunos casos, y en muchos más en condiciones de
depredación.
Como antes se ha reiterado, los veneros del
petróleo no deben ser escriturados para la mano extranjera. PEMEX no es una
empresa que promueva la bancarrota ni mucho menos. Si tiene dificultades financieras es por la
sencilla razón de que cubre más de la tercera parte del gasto nacional y, por
eso mismo, no ha podido tener una mayor rentabilidad. Para los legisladores del
PRD no está claro cómo se van a asignar los contratos ni quién va a substituir
a PEMEX como fuente de recursos para el
presupuesto nacional. Tampoco está claro cómo se explica o justifica el
deterioro ambiental que va a generar una inversión privada sin mayores
cortapisas. Hay muchas dudas y estas son compartidas por la mayor parte de los
mexicanos.
Tampoco compartimos, junto con muchos
mexicanos, la intención de desnacionalizar los recursos petroleros y demás
energéticos, que hasta ahora constituían una verdadera reserva física de la
soberanía nacional. Inclusive, el ánimo nacional se refleja en mediciones
hechas por el propio gobierno.
Por esa razón el PRD, representado por su
cuerpo de senadores de la República
abandonamos el recinto senatorial. Esta acción
política de protesta no significa que
abandonemos el debate, porque el debate sobre el tema es nuestro mejor
escenario. Nuestro mayor recurso es el
de esgrimir argumentos de peso para evitar que se consume una acción que
contiene muchos elementos de traición a las mejores esencias del país que se
llama México.
Tampoco se piense que caemos en un anacrónico
exceso nacionalista. Hoy el mundo es diferente y está más interrelacionado. Por
eso mismo, necesitamos fortalecer un esquema preventivo que nos permita
interaccionar en el entorno mundial en mejores condiciones. No creemos que el fútbol sea una actividad de tontos; por el contrario, lo asumimos con
entusiasmo y pasión. Lo que no queremos es que se confunda la actividad con la
intención.
* El autor es Senador por Chiapas y Secretario
de la Comisión de Estudios Legislativos, Primera.
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