Septiembre en Chiapas

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lunes, 7 de noviembre de 2011

Obama, a un año de otra elección





La historia de presidentes norteamericanos que han buscado la reelección indica que la de Obama no será fácil, pero es alcanzable. Se han celebrado 56 elecciones presidenciales, en 31 el Presidente buscó su reelección, 21 lo lograron.

Por Zoé Robledo
Falta un año para la elección y son pocos los que creen que el presidente norteamericano logre reelegirse. La mayoría de las grandes casas encuestadoras le da la victoria a su rival del Partido Republicano, su aprobación presidencial está en uno de los puntos más bajos, perdió escaños en la elección legislativa intermedia y la prensa ya no sólo predice su derrota, sino que se pregunta con ironía: ¿cómo es posible que este individuo llegara a la Casa Blanca? "Sólo un milagro lo puede salvar", proclama la revista Time.
Es 1947 y son pocos los que apuestan por la reelección del presidente Harry S. Truman. El desánimo invade a los demócratas y su propio equipo de campaña. Sólo el propio Truman parece totalmente seguro de su victoria. Y es que el presidente tenía un plan: definir a su propio rival. El Presidente demócrata en su punto más bajo de popularidad enfrenta dificultades económicas, pero logra la reelección señalando a un Congreso dirigido por republicanos de los males de la nación.
¿Se podrá repetir esta historia en la elección presidencial que se celebrará exactamente dentro de un año, el 6 de noviembre de 2012? ¿Es Barack Obama el Truman de nuestros tiempos? Aaron Blake en el Washington Post (25 de octubre, 2011) asegura que la campaña en contra del "Congreso que no hace nada" (Do-Nothing Congress) es el referente más reciente de la excepción de una regla: "la gente siempre culpará al Presidente -y no al Congreso- por los infortunios económicos del país". Esto explicaría, quizá, por qué Obama ha adquirido un tono mucho más crítico a la hora de culpar a los republicanos. La gran pregunta es si esta estrategia es suficiente para asegurar la reelección ¿Apuntando sus baterías a un adversario distinto al candidato republicano lograría atraer mayores consensos? ¿Será eso suficiente para entusiasmar a su fiel base? ¿Podría ser este enemigo invisible el Tea Party y no el Congreso?
Para Blake, el argumento de la estrategia Truman tiene un hueco: no considera que, para el momento en que los norteamericanos salieron a votar en noviembre de 1948, la economía norteamericana estaba en plena recuperación. Según el Buró de Análisis Económico (www.bea.gov) en los tres cuartos previos a la reelección de Truman, la economía creció más del 6 por ciento. Y mientras la economía se recuperaba, lo mismo ocurría con la aprobación de Truman. Este escenario se presenta como poco probable para 2012, sobre todo luego de que la Reserva Federal (FED) recortara sustancialmente sus expectativas de crecimiento en 2012, bajándolas de entre el 3.3 y 3.7 por ciento al 2.5 a 2.9 por ciento. "El ritmo de avance podría ser frustrantemente lento", dijo el presidente de la FED, Ben Bernanke. Y más frustrante aun para Obama.
Otros analistas citados por Blake, como Zachary Karabell, autor de La última campaña: Cómo ganó Harry Truman la elección de 1948 (2000) señalan que hay más razones que simplemente los indicadores de crecimiento económico para predecir si un Presidente puede o no ganar la elección.
La historia indica que en la reelección de un Presidente norteamericano hay otros elementos de mayor peso. Uno de ellos, justamente el hecho de que sea el Presidente quien está compitiendo. Según autores como Harvey L. Schantz, profesor del departamento de Ciencia Política de la Universidad Estatal de Nueva York y autor de La elección presidencial norteamericana: Proceso, políticas y cambio (1996), el elemento estratégico de mayor peso en una elección presidencial en Estados Unidos es la presencia o ausencia del incumbent; es decir, el titular de la Presidencia como candidato. Una reelección se trata de una batalla por defender el título; el campeón vs. el retador. Y esto lo define todo.
Para Schantz, las ventajas del incumbent son varias: "Los presidentes adquieren el aura y la experiencia de despachar desde la Oficina Oval, sus actividades obtienen una gran cobertura mediática y tienen el poder de influir sobre el curso de eventos". Pero esto también conlleva cargas: al ser responsables del "estado de la Unión" (economía, paz, prosperidad), los vaivenes de la sociedad se toman en cuenta para evaluar al Presidente y tomar la decisión de reelegirlo.
Desde 1792 en Estados Unidos se han celebrado 56 elecciones presidenciales. En 31 de ellas un Presidente ha estado en la boleta buscando la reelección. En 21 ocasiones el Presidente ha logrado reelegirse y en 10 perdió la elección. Hasta ahí, todo indicaría que tiene algo de ventaja y que el electorado norteamericano es más proclive a apoyar a su Presidente que a despedirlo. Falso. O por lo menos no del todo cierto. De los 10 presidentes que perdieron la elección, cinco son del siglo XX y, aún más, tres de esas derrotas ocurrieron en los últimos 35 años: Gerald Ford en 1976, Jimmy Carter en 1980 y George H. W. Bush en 1992.
Cada uno tuvo sus causas, pero más importante fue, quizás, el candidato opositor. En los tres casos, el "retador" era percibido como un contendiente aceptable, como una mejor alternativa para una porción de aquellos que votaron por el Presidente en funciones en la elección anterior. En todos los casos había asimetrías notables, sobre todo en las dotes de comunicación y liderazgo de los candidatos: a Ford le ganó Carter; a Carter le ganó Reagan, a Bush padre le ganó Bill Clinton. Los candidatos retadores representaban una oferta radicalmente opuesta en cuanto a estilo, presencia e ideología.
Eso no ocurre en esta elección. De los ocho posibles contrincantes del presidente Obama, los mejor posicionados son Mitt Romney, ex gobernador de Massachusetts, y Herman Cain, magnate de la pizza. Romney tiene puntos flacos: primero, ya compitió antes por la candidatura republicana, en 2008 y ya fue derrotado. Segundo, los conservadores no olvidan su récord como gobernador de Massachusetts, donde estableció un esquema del sistema de salud que era parcialmente una copia al que Obama y los demócratas aprobaron nacionalmente. Tercero, es mormón; y esto, en un país que solamente ha votado por un Presidente no-protestante (Kennedy en 1960, que era católico) es un elemento de peso.
En el otro frente las cosas no son tan alentadoras. A Herman Cain, la esperanza conservadora de una impensable elección que enfrentaría a dos afroamericanos en las boletas, lo acechan acusaciones de acoso sexual. Al estilo de Clinton, se defendió diciendo: "nunca acosé sexualmente a nadie".
¿Qué nos dice la historia sobre lo que ocurrirá dentro de un año? Mucho. Y a la vez nada. Los casos anteriores indican que la reelección de Obama no será fácil, pero es alcanzable. A diferencia de Ford y Bush padre, Obama fue electo por una nueva mayoría, una estructura propia, bien organizada, y que no ha dejado de funcionar para apoyar sus políticas públicas. La imagen de Obama sigue siendo una eficiente máquina recaudadora de fondos, su equipo sabe utilizar las nuevas tecnologías del marketing electoral. Pero le falta lo más importante: reencontrar el discurso, articular un mensaje poderoso que logre sacarlo del limbo de la tibieza en el que ha estado sumergido los últimos meses. ¿Podrá eso ocurrir?
A diferencia de Carter, Obama parece más competente (y más presentable) que cualquiera de sus rivales. Su éxito está en volver a emocionar, por lo menos, a quienes lo apoyaron en 2008. El comentarista político Jeff Greenfield ha descrito la situación actual, a un año de la elección, utilizando la analogía de dos campistas que encuentran a un furioso oso fuera de su tienda de campaña. Mientras uno de ellos se apresura en ponerse sus zapatos, el otro lo increpa diciendo:
-"¿Estás loco?, ¡no puedes correr más rápido que el oso!".
-"No tengo que correr más rápido que el oso", responde el compañero, "sólo debo correr más rápido que tú".



Twitter: @zoerobledo

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