Septiembre en Chiapas

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domingo, 20 de noviembre de 2011

Chiapas, Samuel Ruiz y los Muros de la Memoria



En los muros de honor  de los congresos y otras instituciones, se reconoce a quienes participan de la construcción de la historia nacional o local. Estos muros son un homenaje a una trayectoria de vida y no a una coyuntura.



    Zoé Robledo

Los muros son zonas de límite. Construcciones que dividen, que impiden el paso. Hay muros ignominiosos: el muro de Berlín; el muro de Cisjordania, que divide a Israel de los territorios palestinos; el "Muro de la Tortilla", vergonzosa construcción -antiecológica por añadidura- que algunos norteamericanos imaginan empeñosamente como la mejor forma de evitar la histórica migración de México a Estados Unidos.
Pero también hay otros muros, no necesariamente vinculados a la ingeniería de dividir sociedades. Muros con un significado más rico y humano. Entre ellos están los muros de honor, esos espacios que instituciones públicas, como los congresos, dedican en reconocimiento a quienes participan de la construcción de la historia nacional o local. Son los muros de la memoria.
En Chiapas, la LXIV Legislatura local ha reflexionado sobre su historia reciente. En consecuencia, las siete fuerzas políticas representadas aprobamos un decreto para reconocer, con la inscripción en letras doradas en el Muro de Honor del Salón de Sesiones del recinto legislativo, los nombres de ilustres y distinguidos protagonistas de nuestra historia que brindaron valiosos servicios y perdurables ejemplos. El reconocimiento fue para la escritora Rosario Castellanos Figueroa; el profesor Edgar Robledo Santiago; el poeta Enoch Cancino Casahonda; los ex gobernadores: Juan Sabines Gutiérrez, Manuel Velasco Suárez y Salomón González Blanco, y un personaje más: Samuel Ruiz García.
Es evidente que los nombres elegidos representan distintas generaciones, diferentes esferas del quehacer humano, diversas formas de ver y entender a Chiapas. Y es que la acción no tiene el fin de reconocer a quienes piensan igual, sino a quienes empeñaron su talento para hacer de Chiapas un lugar mejor, más próspero y más justo. Los muros de la memoria chiapaneca son espacios de chiapanecos libres y, por eso mismo, de ideas distintas. En ellos no debe prevalecer la unanimidad, que es el sustrato esencial del autoritarismo; sino la convivencia de las pluralidades. Temer a la pluralidad es temer a la libertad.
En ese sentido, el pasado 10 de noviembre, cuando se develó en Sesión Solemne el nombre de Samuel Ruiz, hubo dudas y cuestionamientos sobre las verdaderas aportaciones de quien fuera obispo de la diócesis de San Cristóbal durante cuatro décadas y presidiera la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) durante el conflicto zapatista de 1994.
Es claro: Samuel Ruiz García es un gran aportante a la historia de Chiapas. Por sus propósitos de paz; por su permanente ejercicio del humanismo y por su intensa obra de reivindicación de los pueblos indígenas y, al mismo tiempo, la defensa de los derechos humanos de todos. Fue un personaje de respetada fe y acción, de iniciativa para construir. Su gran legado para Chiapas está en el hecho, a veces heroico y siempre generoso, de ayudarnos a conocer otros planos de nuestras realidades. De aceptar las diferencias y darle un sentido de orgullo a la diversidad. Don Samuel convocó a los mexicanos para conocer los puntos marginales de nuestra cultura y de nuestro ser. Su lectura de Chiapas la compartió generosamente por distintas latitudes y grupos sociales. Hizo una lectura de Chiapas y no la lectura del estado.
En su largo andar, don Samuel no cosechó unanimidades. No lo hace quien con vocación de cambio enfrenta una realidad de injusticia. Fue un hombre polémico dentro y fuera de la Iglesia, pero nadie puede regatearle el respeto por su entereza, por su convicción y por su coherencia. Don Samuel Ruiz, desde sus evoluciones a la Teología de la Liberación, siempre fue don Samuel Ruiz. Discutido o no, su vida comprometida fue un ejercicio de coherencia.
Por ello, es una honrosa atribución mantener en la memoria colectiva el legado de hombres como don Samuel Ruiz. Su inscripción en el muro de la memoria es un reconocimiento a una trayectoria de vida y no a una coyuntura. Es el reconocimiento de una sociedad madura, en su libertad y pluralidad, que ha construido y necesita engrandecer su cultura de paz y tolerancia.
Samuel Ruiz lo sabía, y es propio recordarlo: Chiapas será la casa de todos o no lo será de nadie. La justicia, cuando es parcial, solamente es una modalidad disimulada de injusticia. Por eso reivindicamos la idea de Don Samuel cuando advertía: "Construir y mantener la paz en la justicia es responsabilidad de todos. En la búsqueda de esa paz hemos de actuar movidos por un amor generoso y magnánimo, dispuestos al perdón y a la reconciliación".
Los muros de la memoria no dividen, unen, no concluyen el camino, sino recuerdan que hay distintos senderos para acercarse a la meta común. En Chiapas, reconocer nuestra diversidad, valorarla en sus aportaciones y darle un lugar en la historia es parte de nuestro empeño por vivir en armonía, en donde todos cabemos y todos somos necesarios. La justicia siempre convida a la paz. La libertad de pensar de unos es la libertad de todos.
El autor es presidente del H. Congreso del Estado de Chiapas.





lunes, 7 de noviembre de 2011

Obama, a un año de otra elección





La historia de presidentes norteamericanos que han buscado la reelección indica que la de Obama no será fácil, pero es alcanzable. Se han celebrado 56 elecciones presidenciales, en 31 el Presidente buscó su reelección, 21 lo lograron.

Por Zoé Robledo
Falta un año para la elección y son pocos los que creen que el presidente norteamericano logre reelegirse. La mayoría de las grandes casas encuestadoras le da la victoria a su rival del Partido Republicano, su aprobación presidencial está en uno de los puntos más bajos, perdió escaños en la elección legislativa intermedia y la prensa ya no sólo predice su derrota, sino que se pregunta con ironía: ¿cómo es posible que este individuo llegara a la Casa Blanca? "Sólo un milagro lo puede salvar", proclama la revista Time.
Es 1947 y son pocos los que apuestan por la reelección del presidente Harry S. Truman. El desánimo invade a los demócratas y su propio equipo de campaña. Sólo el propio Truman parece totalmente seguro de su victoria. Y es que el presidente tenía un plan: definir a su propio rival. El Presidente demócrata en su punto más bajo de popularidad enfrenta dificultades económicas, pero logra la reelección señalando a un Congreso dirigido por republicanos de los males de la nación.
¿Se podrá repetir esta historia en la elección presidencial que se celebrará exactamente dentro de un año, el 6 de noviembre de 2012? ¿Es Barack Obama el Truman de nuestros tiempos? Aaron Blake en el Washington Post (25 de octubre, 2011) asegura que la campaña en contra del "Congreso que no hace nada" (Do-Nothing Congress) es el referente más reciente de la excepción de una regla: "la gente siempre culpará al Presidente -y no al Congreso- por los infortunios económicos del país". Esto explicaría, quizá, por qué Obama ha adquirido un tono mucho más crítico a la hora de culpar a los republicanos. La gran pregunta es si esta estrategia es suficiente para asegurar la reelección ¿Apuntando sus baterías a un adversario distinto al candidato republicano lograría atraer mayores consensos? ¿Será eso suficiente para entusiasmar a su fiel base? ¿Podría ser este enemigo invisible el Tea Party y no el Congreso?
Para Blake, el argumento de la estrategia Truman tiene un hueco: no considera que, para el momento en que los norteamericanos salieron a votar en noviembre de 1948, la economía norteamericana estaba en plena recuperación. Según el Buró de Análisis Económico (www.bea.gov) en los tres cuartos previos a la reelección de Truman, la economía creció más del 6 por ciento. Y mientras la economía se recuperaba, lo mismo ocurría con la aprobación de Truman. Este escenario se presenta como poco probable para 2012, sobre todo luego de que la Reserva Federal (FED) recortara sustancialmente sus expectativas de crecimiento en 2012, bajándolas de entre el 3.3 y 3.7 por ciento al 2.5 a 2.9 por ciento. "El ritmo de avance podría ser frustrantemente lento", dijo el presidente de la FED, Ben Bernanke. Y más frustrante aun para Obama.
Otros analistas citados por Blake, como Zachary Karabell, autor de La última campaña: Cómo ganó Harry Truman la elección de 1948 (2000) señalan que hay más razones que simplemente los indicadores de crecimiento económico para predecir si un Presidente puede o no ganar la elección.
La historia indica que en la reelección de un Presidente norteamericano hay otros elementos de mayor peso. Uno de ellos, justamente el hecho de que sea el Presidente quien está compitiendo. Según autores como Harvey L. Schantz, profesor del departamento de Ciencia Política de la Universidad Estatal de Nueva York y autor de La elección presidencial norteamericana: Proceso, políticas y cambio (1996), el elemento estratégico de mayor peso en una elección presidencial en Estados Unidos es la presencia o ausencia del incumbent; es decir, el titular de la Presidencia como candidato. Una reelección se trata de una batalla por defender el título; el campeón vs. el retador. Y esto lo define todo.
Para Schantz, las ventajas del incumbent son varias: "Los presidentes adquieren el aura y la experiencia de despachar desde la Oficina Oval, sus actividades obtienen una gran cobertura mediática y tienen el poder de influir sobre el curso de eventos". Pero esto también conlleva cargas: al ser responsables del "estado de la Unión" (economía, paz, prosperidad), los vaivenes de la sociedad se toman en cuenta para evaluar al Presidente y tomar la decisión de reelegirlo.
Desde 1792 en Estados Unidos se han celebrado 56 elecciones presidenciales. En 31 de ellas un Presidente ha estado en la boleta buscando la reelección. En 21 ocasiones el Presidente ha logrado reelegirse y en 10 perdió la elección. Hasta ahí, todo indicaría que tiene algo de ventaja y que el electorado norteamericano es más proclive a apoyar a su Presidente que a despedirlo. Falso. O por lo menos no del todo cierto. De los 10 presidentes que perdieron la elección, cinco son del siglo XX y, aún más, tres de esas derrotas ocurrieron en los últimos 35 años: Gerald Ford en 1976, Jimmy Carter en 1980 y George H. W. Bush en 1992.
Cada uno tuvo sus causas, pero más importante fue, quizás, el candidato opositor. En los tres casos, el "retador" era percibido como un contendiente aceptable, como una mejor alternativa para una porción de aquellos que votaron por el Presidente en funciones en la elección anterior. En todos los casos había asimetrías notables, sobre todo en las dotes de comunicación y liderazgo de los candidatos: a Ford le ganó Carter; a Carter le ganó Reagan, a Bush padre le ganó Bill Clinton. Los candidatos retadores representaban una oferta radicalmente opuesta en cuanto a estilo, presencia e ideología.
Eso no ocurre en esta elección. De los ocho posibles contrincantes del presidente Obama, los mejor posicionados son Mitt Romney, ex gobernador de Massachusetts, y Herman Cain, magnate de la pizza. Romney tiene puntos flacos: primero, ya compitió antes por la candidatura republicana, en 2008 y ya fue derrotado. Segundo, los conservadores no olvidan su récord como gobernador de Massachusetts, donde estableció un esquema del sistema de salud que era parcialmente una copia al que Obama y los demócratas aprobaron nacionalmente. Tercero, es mormón; y esto, en un país que solamente ha votado por un Presidente no-protestante (Kennedy en 1960, que era católico) es un elemento de peso.
En el otro frente las cosas no son tan alentadoras. A Herman Cain, la esperanza conservadora de una impensable elección que enfrentaría a dos afroamericanos en las boletas, lo acechan acusaciones de acoso sexual. Al estilo de Clinton, se defendió diciendo: "nunca acosé sexualmente a nadie".
¿Qué nos dice la historia sobre lo que ocurrirá dentro de un año? Mucho. Y a la vez nada. Los casos anteriores indican que la reelección de Obama no será fácil, pero es alcanzable. A diferencia de Ford y Bush padre, Obama fue electo por una nueva mayoría, una estructura propia, bien organizada, y que no ha dejado de funcionar para apoyar sus políticas públicas. La imagen de Obama sigue siendo una eficiente máquina recaudadora de fondos, su equipo sabe utilizar las nuevas tecnologías del marketing electoral. Pero le falta lo más importante: reencontrar el discurso, articular un mensaje poderoso que logre sacarlo del limbo de la tibieza en el que ha estado sumergido los últimos meses. ¿Podrá eso ocurrir?
A diferencia de Carter, Obama parece más competente (y más presentable) que cualquiera de sus rivales. Su éxito está en volver a emocionar, por lo menos, a quienes lo apoyaron en 2008. El comentarista político Jeff Greenfield ha descrito la situación actual, a un año de la elección, utilizando la analogía de dos campistas que encuentran a un furioso oso fuera de su tienda de campaña. Mientras uno de ellos se apresura en ponerse sus zapatos, el otro lo increpa diciendo:
-"¿Estás loco?, ¡no puedes correr más rápido que el oso!".
-"No tengo que correr más rápido que el oso", responde el compañero, "sólo debo correr más rápido que tú".



Twitter: @zoerobledo

domingo, 22 de mayo de 2011

Martelly: entre el público y el pueblo








Asesorado por Antonio Sola, un irreverente cantante de música popular se convirtió en el nuevo presidente de Haití


Por Zoé Robledo:



"Simplemente pienso que es el deber de cada ciudadano participar en contiendas políticas y votar".
Frank Sinatra

Un cantante aprovecha su popularidad para acceder al poder. Y lo alcanza, y lo ejerce, y no le va mal. Busca más poder pero fracasa. Entonces vuelve a los escenarios, a seguir cantando. Se trata de Ramón Palito Ortega, popular cantante argentino que ocupó la gubernatura de la provincia de Tucumán en el noreste de Argentina de 1991 a 1995 bajo el impulso del entonces presidente Carlos Saúl Menem. Fue senador nacional por Tucumán (1995-2001) y candidato a la vicepresidencia en 1999 en la fórmula del Partido Justicialista encabezada por Eduardo Duhalde y que fue derrotada por Fernando de la Rúa. Hoy ha regresado plenamente al mundo del espectáculo. En marzo del 2009 dio una entrevista al periódico Perfil en la que declaró: "hay mucha gente que se confunde con el poder. Es cierto que el hombre en general ambiciona el poder, pero no creo que haya un político que tenga más poder que un artista importante".

Palito Ortega es uno de los referentes, quizá el más cercano y reciente, de un individuo que ha experimentado ambos fenómenos sociales: la fama que acarrea el mundo del espectáculo y el poder que otorgan los puestos de elección popular. En la nueva dinámica política, pareciera que para ganar elecciones pesa más la popularidad que la trayectoria, la presencia en medios de comunicación que la organización política, la imagen que las ideas. La celebridad allana el camino al construir conexiones emocionales con el público que, a la vez, se convierten en simpatías, adhesiones y, al parecer, en votos. Hoy somos testigos del caso más radical de la fusión de esas dos esferas: Michel Martelly, el cantante mejor conocido por sus seguidores como Sweet Micky y por sus electores como Tete Kale, tomó posesión el 14 de mayo como nuevo presidente de Haití. Alrededor de su figura se levantan tres preguntas: ¿quién es?, ¿cómo llegó al poder? y, sobre todo, ¿cómo piensa ejercerlo?

¿Quién es 'Sweet Micky'?
En 1995, cuando una revista publicó una encuesta en la que Michel Martelly aparecía como una de las personas más populares de Haití, sólo debajo del entonces presidente Jean-Bertrand Aristide, el músico hizo pública su plataforma política a una publicación mensual de Puerto Príncipe: "si soy electo presidente, cantaré desnudo arriba del Palacio Nacional". En aquellos años, Martelly residía en Miami, su grupo Sweet Micky (de donde adoptaría el sobrenombre) era un éxito rotundo con el ritmo del Compas, un estilo de música popular basado en el merengue dominicano. Entre canción y canción, Martelly interactuaba con la audiencia, con crudos comentarios sobre las mujeres y provocativos señalamientos políticos. Su apoyo a los militares que derrocaron a Aristide del poder en el golpe de Estado de 1991 y la posibilidad de que, algún día, un cantante de Compas fuera Presidente.

La periodista Elise Ackerman publicó un perfil suyo en 1997 en el Miami New Times: "la voz de Martelly es baja y relajada, como el ronroneo de un gato. Se comunica en un inglés improvisado que es enriquecido por los ritmos de sus lenguas maternas, el criollo haitiano y el francés. Cuando canta mezcla el argot de las tres lenguas, produciendo un ritmo babélico de vulgaridad".

Martelly nació en Puerto Príncipe en 1961 en el entorno de una familia de clase media haitiana. Su padre, Gerard Martelly, era supervisor de una planta petrolera. Estudió en la escuela católica Saint Louis de Gonzague y en el Centro de Estudios Secundarios. Tenía la intención de inscribirse a la Escuela de Medicina pero no logró aprobar los exámenes de ingreso, por lo que fue rechazado. Entonces se enroló en la Academia Militar Haitiana, de la que desertó para emigrar a Estados Unidos a buscar trabajo. Trabajó en una tienda de abarrotes y se matriculó en la Universidad Comunitaria Red Rocks, pero sólo cursó un semestre. Regresó a Haití durante un breve tiempo pero volvió a los Estados Unidos, se casó y tuvo un hijo. En 1987 regresó a Haití y es cuando comienza a desarrollar una carrera artística, hasta convertirse en la figura más importante de la escena musical de Haití.
Con una indudable popularidad, Sweet Micky creó la Fundación Rosa y Blanca, que realiza trabajos humanitarios a favor de los sectores más pobres y marginados de Haití. Fue nombrado por el presidente René Preval embajador haitiano de Buena Voluntad para la protección del Medio Ambiente. Y luego vino su postulación a la Presidencia en 2010.




El acceso de 'Tete Kale'
Martelly ganó por amplia ventaja en la segunda vuelta: 67.57 por ciento de los votos. Le ganó a una candidata fuerte y que es casi su antítesis: la ex primera dama Mirlande Manigat. Como lo señala el semanario The Economist, "fue una competencia de opuestos". Mirlande, de 70 años, es esposa de Leslie Manigat, el primer presidente de Haití en ser elegido por sufragio popular; tiene un doctorado en Ciencia Política por la Sorbona y es vice-rectora de la Universidad de Quisqueya. Es una mujer preparada para el poder. Con su plan reformista logró el primer lugar en la primera vuelta; pero los haitianos, entre una opción seria e institucional, casi maternal, y el arrollador carisma de Martelly, optaron por lo segundo.

Martelly como candidato supo modular el volumen de su discurso. Cambió sus estrafalarios atuendos por trajes hechos a la medida y desarrolló una campaña muy al estilo norteamericano; con un tono festivo y familiar que atrajo a la población más joven. No más Sweet Micky; el candidato fue llamado Tete Kale en referencia a su cabeza totalmente calva. Se atribuye esta metamorfosis de imagen a la consultora electoral de origen español Ostos & Sola, los mismos que asesoraron en su momento a Felipe Calderón y al partido derechista ARENA en El Salvador. Según la página de internet de dicha consultora (www.ostossola.com) Antonio Sola fue director de la campaña y Gloria Ostos estuvo encargada de la estrategia internacional. La firma consultora asegura que inició en octubre con un take over de la campaña electoral, cuando el candidato contaba con un 5 por ciento de intención de voto. Los españoles se concentraron en el extraordinario carisma de Martelly, "un hombre honesto y preparado para trabajar en la reconstrucción de Haití, sin hipotecas y con libertad para trabajar por su pueblo". El lema de la campaña fue el sobrenombre Tete Kale, "la esencia de Michel Martelly. Significa cabeza rapada, pero también estoy contigo hermano, estoy contigo en todo hasta el final".

Evidentemente, se trató de una campaña con poco discurso y mucha imagen, pocas ideas políticas y mucho marketing electoral, con gran presencia en internet, redes sociales y actos multitudinarios con mucha música. Aún así, el enorme porcentaje de la votación que obtuvo Martelly representa, nominalmente, un respaldo pequeño de la población. Y es que obtuvo el 67.57 por ciento de los votos del 25 por ciento del electorado que salió a votar en el ballotage.

Presidente Martelly
Sweet Micky, el músico, fue conocido por su estilo irreverente y provocador; por su estilo de vida hedonista, por sus letras llenas de mensajes machistas, por vestirse de mujer o dejar a la vista sus partes privadas durante sus presentaciones, por aceptar que durante un tiempo fue adicto al crack. Pero Martelly, el político, tiene otros pecados, otros fantasmas que lo acompañaron durante la campaña y seguirán con él en el ejercicio del poder: es el primer presidente democráticamente electo de Haití que no estuvo involucrado en el movimiento para derrocar al dictador Jean-Claude Baby Doc Duvalier. De hecho, se ha mencionado que estuvo relacionado con el brutal grupo paramilitar de los Tonton Macoute, que estuvieron al servicio tanto de Papa Doc como de su hijo Jean-Claude. Las excentricidades se pueden cortar de tajo, como lo ha prometido; ahora es el turno de dar señales de un compromiso sólido y verdadero con la incipiente democracia de Haití, un país cuya historia está llena de golpes de Estado, dictaduras, gobiernos interinos y líderes que prometían. Un dato ilustra a la perfección la inestabilidad política del país más pobre de América: René Preval, que entregó el poder a Martelly, es el primer Presidente en la historia de Haití en terminar su mandato.

Es difícil ubicar a Martelly en el espectro ideológico. Algunos creen que se comportará como un demagogo de derecha. La idea se fortalece cuando ha dejado ver su intención de crear un "Ejército moderno" en Haití, a 16 años del desmantelamiento de esa fuerza. Y es que desde 2004 la seguridad del país está a cargo de la Misión de la ONU para la Estabilización de Haití (Minustah), creada para restaurar el orden tras el violento derrocamiento de Aristide. Por otro lado, sus últimos discursos han estado plagados de conceptos como libertades civiles, Estado de derecho y creación de empleos con impulso a la inversión.

Lo cierto es que no se pueden hacer juicios muy apresurados sobre Martelly. Al final, su principal fuerza es su popularidad, y ésta podría transformarse en un liderazgo real para emprender tres grandes cruzadas: la recuperación tras el terremoto que azotó al país el 12 de enero de 2010 hasta dejarlo en ruinas, la lucha contra la corrupción y la instauración del Estado de derecho. Como lo plantea Mary Anastasia O'Grady, de The Washington Post, Martelly podría tener más que ofrecerle a su país de lo que parece: "René Preval (su antecesor) no tuvo el coraje o la voluntad para desafiar al gobierno tipo mafia que heredó en 1996 y otra vez en 2006. Cuando un terremoto de 7.0 azotó Haití en enero de 2010, el país se encontró sin liderazgo".

En ese sentido, una visión muy clara la tiene Jorge Argüello, embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas, un país con un compromiso serio con Haití. En un artículo publicado en el periódico Página 12 plantea que el tema de Haití requiere de mucho más que ladrillos: "...se trata de reconstruir, en verdad, una sociedad regida también por el Estado de derecho, que debe levantarse desde sus mismos cimientos políticos y jurídicos. Hablamos de registros civiles, de leyes comerciales, de la capacidad del Estado de cobrar impuestos, de garantías jurídicas en general. Eso puede valer para el futuro de los haitianos -la inmensa mayoría jóvenes- tanto como los ladrillos y la ayuda exterior para alimentarse, crecer sanos o educarse".

En suma, ¿hay que preocuparse porque llega al poder un hombre sin experiencia ni habilidades probadas para la gestión de gobierno? No, siempre y cuando su ejercicio de gobierno tenga muy claro que el público, convertido en electorado, son dos cosas muy distintas al pueblo. Y, en ese sentido, una trágica ironía del destino puede ser la señal para que Sweet Micky y Tete Kale queden en el pasado y surja el presidente Michel Martelly: Hoy, ya en el poder, no podrá cumplir la promesa que hizo la primera vez que expresó su intención de ser Presidente en 1995: no podrá cantar desnudo en el Palacio Nacional, el edificio se derrumbó en el terremoto de enero de 2010.



El autor es politólogo y analista político. Twitter: twitter.com/zoerobledo

domingo, 31 de octubre de 2010

EU: elecciones críticas






(31 octubre 2010).- 


Obama llega debilitado a las elecciones de medio término, pero no sería la primera vez que un Presidente norteamericano pierda la mayoría en la Cámara y el Senado




Por Zoé Robledo.-




"Los políticos y los pañales deben ser cambiados con frecuencia y por la misma razón".

Popular calcomanía para coche de venta en temporada electoral.

A la mitad de su primer periodo como presidente de los Estados Unidos de América muchos lo empiezan a considerar un cadáver político. Está a punto de perder la mayoría del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes y se esfuma la posibilidad de su reelección. Mientras tanto, del otro lado del pasillo, el ala más conservadora del Partido Republicano ofrece un "Contrato por América" que propugna la reducción del tamaño e intervención del gobierno y la reducción de impuestos.

Todos lo culpan a él. Él y su obsesión por reformar el sistema de salud. Él y sus ideas de cambio. Él y el protagonismo de su esposa.

Él es... Bill Clinton. Era 1994, y por primera vez en 40 años los demócratas perdieron la mayoría de ambas Cámaras, la de Representantes y el Senado. Al intentar una reforma profunda del sistema de salud, Clinton fracasó estrepitosamente; contagió al Partido Demócrata con el estigma de la derrota; debilitó a sus candidatos y todo se vio reflejado en los resultados electorales: perdió 54 escaños en la Cámara de Representantes. La de 1994 fue su derrota: un masivo y dramático repudio al Presidente y sus políticas. Muchos encuestadores y analistas predecían el fin adelantado de su Presidencia. Y se equivocaron. Dos años después de su abrumadora derrota legislativa, Clinton logró lo que ningún otro Presidente demócrata había alcanzado desde Franklin Delano Roosevelt: reelegirse.

Hoy muchos creen que ese guión se repite. Que en su primera elección intermedia, Barack Obama se dirige irremediablemente hacia un gobierno dividido. Que el Partido Demócrata perderá la mayoría en el Congreso, escaños claves en el Senado y muchas gubernaturas. Que el Tea Party generará un nuevo equilibrio del sistema político estadounidense. Que a la mitad de su primer periodo como presidente de Estados Unidos Obama es un cadáver político. Quizá para entender el significado real de ese proceso hay que desagregar las distintas elecciones y esbozar los posibles resultados. Porque uno es el resultado del 2 de noviembre, que redistribuirá el poder; y otro, muy distinto, el del 3 de noviembre, que podría realinear la política de Estados Unidos.

Cámara de Representantes

La Cámara de Representantes se compone de 435 congresistas, que actualmente están distribuidos en 255 demócratas y 178 republicanos (los dos escaños restantes están vacantes). Una pregunta que ha surgido es si los demócratas perderán esa mayoría. Es difícil pero no improbable. Para que los republicanos ganen la mayoría de la Cámara de Representantes deben mantener todos sus escaños y conquistar, por lo menos, otros 42. A partir de ese número de escaños que cambien su filiación partidista, el control de la Cámara de Representantes pasará a manos de los republicanos. Según la página web independiente RealClearPolitics, cuyo agregado de encuestas se ha convertido en un referente incluso para otros medios, los demócratas tienen seguros 179 escaños, los republicanos 223, por lo que la definición está en las 33 elecciones más reñidas donde se reportan empates técnicos. Para el analista del New York Times, Nate Silver, en su blog FiveThirtyEight, los republicanos tienen 75 por ciento de posibilidades de lograr la mayoría.

La historia reafirma esta opinión. Desde el mandato de Abraham Lincoln, es casi una regla que el partido del Presidente pierda escaños en la Cámara baja en elecciones legislativas intermedias. Las grandes excepciones son tres: Roosevelt en 1934; Clinton en 1998 y la elección intermedia en el primer periodo de George W. Bush en el año 2002.

Algunas veces perder asientos significa también la pérdida de la mayoría; en otras sólo un reacomodo parcial. Pero, a pesar de que transferir 42 escaños de un partido a otro parece una meta inalcanzable, ocurre con más frecuencia de lo que se cree. Desde 1910 son 12 los presidentes que han perdido un número mayor a 42 escaños en una elección intermedia: Desde William Howard Taft, cuyos aliados republicanos perdieron 57 asientos en la elección de 1910; pasando por los 72 que perdió Roosevelt en 1938 luego de la recesión de 1937; los 48 congresistas demócratas que perdió Lyndon B. Johnson en plena guerra de Vietnam (1966) y los 48 republicanos que le costó a Nixon el escándalo Watergate en 1974.

Esos reacomodos son rutinarios en la política estadounidense. Lo que preocupa, más que la redistribución es el realineamiento. Y es que los republicanos podrían estar ganando escaños demócratas, pero perdiéndolos frente al Tea Party. Según un análisis de cada una de las elecciones de congresistas y senadores, realizado por el New York Times, existen 129 candidatos al Congreso y 9 al Senado que son apoyados de forma significativa por el Tea Party. Y nada asegura que, una vez en funciones, algunos de estos candidatos radicales opten por dar la espalda al partido que los postuló pero al que no le deben la victoria electoral.


Senado

El Senado norteamericano está compuesto por 100 integrantes. Hasta el 19 de enero de este año, los demócratas contaban con lo que se conoce como una "supermayoría", o mayoría absoluta, de 60 escaños, lo que les permitía superar cualquier intento de veto o de imposición de mociones dilatorias por parte de los 40 senadores republicanos en el proceso legislativo. Pero ese anhelado escenario político llegó a su fin en enero y de forma casi profética.

En enero, en Massachusetts, se celebraron elecciones especiales para ocupar un asiento vacante en el Senado: el que ocupó el legendario Ted Kennedy durante casi 47 años de forma ininterrumpida. Los demócratas estaban confiados de conservar esa posición, sobre todo si se considera que ese estado, además de ser la tierra de la familia Kennedy, apoyó abrumadoramente a Obama en 2008 con 61.8 por ciento de la votación. Pero la elección dio un vuelco que pocos esperaban: ganó el candidato republicano, Scott Brown, un político ultraconservador impulsado por el Tea Party, que es recordado por haber posado desnudo en 1982 para la revista Cosmopolitan como el "hombre más sexy de Estados Unidos". En enero, en Massachusetts, los demócratas quedaron vulnerables al bloqueo republicano en el Senado, lo que muchos entendieron como el preludio de las elecciones de noviembre.

Y es cierto, los demócratas podrían perder la mayoría en el Senado (59 escaños contra 41 republicanos), o por lo menos reducirla de forma significativa con derrotas muy emblemáticas. De los 37 escaños del Senado que están en juego en esta elección, 19 pertenecen a los demócratas y 18 a los republicanos. Según RealClearPolitics, los republicanos podrían arrebatar hasta 8 escaños a los demócratas; y entre ésos, los asientos que están en serio peligro son algunos de alta carga simbólica y política: el asiento de Illinois que ocupaba Obama antes de lanzarse a la Presidencia; el asiento de Nevada, ocupado desde 1987 por Harry Reid, el actual líder de la mayoría demócrata en el Senado, que podría perder frente a Sharron Angle, una candidata novata surgida del Tea Party; y el asiento de Indiana, la tierra de Jimmy Carter.

Gubernaturas

En el nivel local las tendencias de este año también se han trasladado pero con efectos distintos. De los 50 estados que componen la Unión Americana, 37 irán a las urnas para votar por gobernador. De esos 37, 19 son estados con gobernadores demócratas y 18 republicanos. Y todo indica que ambos partidos tendrán problemas a la hora de proteger sus territorios, por lo que se esperan cambios que podrían ser tan relevantes para Estados Unidos como la elección legislativa.

De esta forma se podría presentar una reconfiguración del mapa político local en el que 18 estados cambiaran de partido y, se modificara el equilibro en el plano general. Actualmente los demócratas tienen 26 estados frente a 24 de los republicanos. Según algunos pronósticos, el Partido Demócrata podría conseguir hasta seis gubernaturas que actualmente tiene el Partido Republicano: California, Connecticut, Hawái, Minnesota, Rhode Island y Vermont. Mientras que, en el sentido inverso, el Partido Republicano podría arrebatarle al Partido Demócrata hasta 12 gobiernos estatales: Illinois, Iowa, Kansas, Maine, Michigan, Nuevo México, Ohio, Oklahoma, Pennsylvania, Tennessee, Wisconsin y Wyoming. De esta forma, si el resto de los estados se mantiene como estaban, los demócratas gobernarían un total de 20 estados, frente a 30 de los republicanos.

Eso es en el mapa general. Pero poniendo la mira en algunas de estas elecciones, no cabe duda que hay tres frentes que han acaparado muchas miradas. Según la revista The Economist, si la cantidad de dinero que se gasta en una campaña puede considerarse una medida de la significancia de esa contienda, entonces las tres más importantes de estas elecciones intermedias son para gobernador: California, Florida y Texas. Según el National Institute on Money in State Politics, que monitorea las contribuciones en las elecciones locales, estas tres elecciones tendrán un gasto de 813 millones de dólares.

Todo indica que en Florida y Texas los republicanos conservarán las gubernaturas. Pero en California puede haber sorpresas. Llega a su fin la saga del Governator, Arnold Schwarzenegger, que resultó menos radical de lo que muchos imaginaban e, incluso, podría prepararse para entregar el gobierno a un demócrata. Decir esto en la tierra de Richard Nixon y Ronald Reagan es decir mucho. Pero además la contienda californiana tiene un elemento muy interesante: el fortalecimiento de la tendencia de los candidatos no políticos. Es el caso de Meg Whitman, antigua presidenta del Consejo de Administración de eBay, la exitosa empresa de subastas por internet. Según la revista Forbes, Whitman es la cuarta mujer más adinerada de California con una fortuna de mil 300 millones de dólares. Su decisión de financiar sus aspiraciones políticas con dinero de su propio bolsillo ya la hizo pasar a la historia: con un aproximado de 140 millones de dólares, es la persona que más dinero ha gastado autofinanciando su campaña. La expectativa a futuro tiene que ver con las potencialidades de su perfil -mujer y exitosa en los negocios-; si gana, empezará a sonar como posible candidata republicana a la Presidencia.



Elección crítica

Es muy probable que la elección del 2 de noviembre reconfigure el mapa político de Estados Unidos; pero en el amanecer del día 3 de noviembre podría traer consigo una nueva lógica en la competencia electoral, un realineamiento político. No sólo se trata de mayorías legislativas, repartición de escaños y distribución de territorios entre dos partidos políticos; podríamos estar ante punto de quiebre.

¿Qué significa ese término? Según la ciencia política, una elección crítica supone un proceso de realineamiento electoral que transforma la lógica de competencia. En su artículo de 1955, A Theory of Critical Elections, el politólogo norteamericano V.O. Key señala que en Estados Unidos tanto los resultados electorales como los partidos y el diseño de políticas públicas tienden a cambiar de forma dramática. Expone que este fenómeno sucede cuando en unas elecciones se produce una súbita alteración del clivaje preexistente, es decir, cuando el principio fundamental alrededor del cual se estructura, o se divide, el campo político se modifica. Así ocurrió en 1860, 1896; la última elección crítica ocurrió en 1932; año en que fue electo por primera vez Franklin Delano Roosevelt y que significó también la pérdida de 101 escaños en la Cámara de Representantes para el Partido Republicano.

Una elección es crítica cuando reúne seis elementos que la teoría atribuye al proceso de realineamiento electoral: la existencia de una gran participación electoral, la aparición de conflictos en la nominación de candidatos dentro de alguno de los grandes partidos, la irrupción de "terceros partidos" en la arena electoral, la aparición de nuevos temas de conflicto (issues o clivajes), una fuerte polarización ideológica y, finalmente, cambios sustanciales en las propuestas de políticas públicas.

Lo anterior abre más dudas que respuestas. ¿Podríamos clasificar la de 2010 como una elección crítica? ¿Qué ocurriría si los candidatos republicanos apoyados por el Tea Party deciden escindirse de ese partido una vez que lleguen al Congreso? ¿Será la derrota demócrata una crisis de representación política o una crisis de comunicación de sus resultados?

Quizá estamos frente a un proceso político todavía más profundo: el fin de la democracia como fin. Y es que lo que está en juego es la reconfiguración de la conciencia democrática del electorado estadounidense. Se trata de un punto de quiebre en el que la democracia deja de ser un fin en la persecución de los ideales de libertad, igualdad y pluralidad y se convierte en un medio práctico para dar respuesta a necesidades y problemas individuales. Ése es el verdadero riesgo de esta elección: que la democracia estadounidense abandone sus valores primordiales y asuma compromisos de eficacia que son ajenos a su naturaleza. Si es así, en esta elección Estados Unidos podría estar en el umbral del final de un ciclo histórico que los obligará a desplegar uno de sus inventos mejor concebidos: renovarse o morir.












El autor es politólogo y analista político. Twitter: twitter.com/zoerobledo.