Es posible que viva
Jaime Sabines. Yo no lo sé de cierto.
¿Vivirá Jaime
Sabines?. No lo sé de cierto, pero lo
supongo. Porque en su poema Así es, nos creó la duda. Nos indujo a
pensar que la muerte de los poetas de adeveras es fantasmal. Es solamente que deja de correr el bravo río
de las palabras y se remansa en el recuerdo de sus amigos y lectores.
Pero mejor dejemos
que hable don Jaime:
Poetas
mentirosos, ustedes no se mueren nunca.
con
su pequeña muerte andan en todas partes
y
la lucen, le lloran, le ponen flores,
se
la enseñan a los pobres, a los humildes, a los
que
tienen esperanza.
ustedes
no conocen la muerte todavía:
cuando
la conozcan ya no hablarán de ella,
se
dirán que no hay tiempo sino para vivir.
Dicen,
cuentan en varios lados, que José Alfredo Jiménez vive. Que anda por ahí con su
trago en la mano y que solamente sale a la calle en determinados días. Dicen
que también vive Pedro Infante y que cuando alguien tiene fe y lo invoca,
¡Pedro se presenta!, igual que José Alfredo. Solamente hay que decirles, Pedro,
o José Alfredo, según, y darles el nombre de la canción que a uno le gustaría oír. Hay que decirles:
-Mira
Pedro, échate una de las tuyas: canta La
Bartola o una que dice algo así como “Cuando recibas esta carta, sin
razón…” bueno no recuerdo el nombre-
- Oye José Alfredo, échate Camino de Guanajuato o El Jinete-
Y el milagro, la aparición, se hace.
Aparece Pedro o José Alfredo y comienza a cantar. Si José Alfredo anda de
buenas hasta puede invitar un trago de tequila. Si no, que ni le digan nada,
porque es un señor de malas pulgas. Si se presenta Pedro, los invocantes deben
hacerse patos, porque con él uno nunca sabe. Es bonachón, pero no es para
confiarse. Puede ser tan inocente como en La
tercera palabra o tan malo como en El
gavilán pollero.
Seguramente
pasa lo mismo con Jaime Sabines. Si te gusta la poesía, invócalo y dile cuál
poema te gusta. En Bellas Artes, la gente le pedía sus poesías como si el poeta
fuera un mariachi. Oye Jaime, échate Tarumba.
Hey, Jaime, échate Horal. Parecía que
uno no estaba en Bellas Artes, sino en Garibaldi, pagando a los mariachis o al
conjunto de mujeres jarochas. Échense la Negra (la canción, por supuesto),
échense La iguana o El querreque. Y Jaime recitaba y la
gente estaba muy entrada.
Por
supuesto, se necesita algo de magia para que se nos aparezca Jaime Sabines y
nos declame. Pero la poesía es magia —Nicolás Guillén decía que era magia negra
y que por eso hay que andarse con cuidado— y don Jaime era un mago de la
palabra sencilla. Si se tiene buena suerte, vendrá y podrá convidarnos algo de
pozol. No de trago, porque Jaime Sabines tiene muchos seguidores y, de plano,
no va a alcanzar. Además, al poeta no le gustaba cargar mucho. Peor si están
por ahí los amorosos que andan sin Dios ni Diablo, pero siempre con muchas
ganas de beber.
Tal
vez no se aparezca Jaime Sabines. Pero la invocación puede ser un buen momento
para recordar su poesía, ahora que cumple años de haberse ido. Es una ocasión
para recordar que Jaime Sabines está por encima de los avatares de los
sexenios. El tiempo de Jaime Sabines no es político: es poético.
* El autor es Senador por Chiapas y
Presidente de la Comisión de Biblioteca y
Asuntos Editoriales.
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