Septiembre en Chiapas

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lunes, 10 de marzo de 2014

HACIA EL PARLAMENTO CENTROAMERICANO





Zoé Robledo*
04 de marzo de 2014

Las reuniones interparlamentarias, de parlamentos de diferentes países, tiene malas famas desde dos ángulos. Uno, de que son estrategias supranacionales para eliminar  la potestad de los estados nacionales y construir un esquema de poder que borre a las identidades de cada país y sea, además, un poderoso bastión de los nuevos imperialismos.  De otro lado, tienen fama de que no sirven para nada. El error está en la una y la otra apreciación.  La verdad también está en la una y en  la otra.

Ciertamente, en algunos casos, los parlamentos que incluyen a varios países pueden impactar a los estados nacionales y borrar algunos rasgos identitarios de la ciudadanía. Esto es relativamente cierto en el caso del Parlamento Europeo, en donde hay acuerdos muy en serio en torno a las legislaciones locales en diversos temas. Sin embargo, Europa es Europa y en este caso los estados nacionales y las identidades locales dificultaban una integración económica que desde décadas atrás  ha sido inevitable, aun cuando ocasionalmente —como ahora—  pase por tiempos desfavorables.

Cuando se dice que estos encuentros no sirven para nada también es una opinión con certezas y no certezas. A veces es un encuentro simbólico de legisladores que, ocasionalmente, también son legisladores, para decirlo de alguna manera, testimoniales.  El interparlamentarismo es, por eso mismo complicado y de estos eventos CASI siempre no se puede esperar mucho, pero se puede esperar ALGO y sobre ese particular quiero verter algunas consideraciones.

En el caso de América Central, los chiapanecos tenemos muchos puntos en común con diversas gradaciones en cuanto a su importancia y pertinencia. Tenemos un marco geográfico que tiene varias similitudes, así como muy marcadas diferencias. Tenemos un pasado cultural, el Maya-Quiché, que es competitivo en relación con las grandes civilizaciones a lo largo de la historia humana. Somos muy similares y, a la vez, somos muy diferentes.

Pero lo más grave es que nuestras relaciones con América Central están cargadas de desconocimientos y de prejuicios.  La relación es de calificativos que casi siempre son ejercicios de auto-agresión. En América Central suele llamarse “Azteca” o “Chichimeca” a las enfermedades de la peor especie. En México, el tratamiento a los centroamericanos no es algo que pueda llenarnos de orgullo.

Por eso mismo, es necesario buscar un acercamiento más objetivo y con una visión renovada. Debemos poner un “hasta aquí”, a las visiones con el rayado cristal del  estereotipo. Necesitamos acercarnos a América Central y que los centroamericanos se acerquen a nosotros. Necesitamos, como decía el “imperialista” poema náhuatl: “conocernos, porque aquí de plano no vamos a quedarnos”.

Los chiapanecos, durante mucho tiempo, pagamos tributos al Partido de los Confines y a la Nueva España. Tal vez por eso tenemos muchas reticencias. Sin embargo, necesitamos ver que hay al sur del río Suchiate y valorar las potencialidades de una integración regional, en términos económicos y sociales: una integración que vaya más allá de las fronteras. Necesitamos construir un mercado regional y una gran red generadora de satisfactores que puedan transitar hacia otras regiones del planeta. Puede ser y podemos ir tras esa posibilidad.  Necesitamos el compromiso con el futuro, la visión abierta y el talento para encontrar nuevos caminos.
Veamos que no se trate mal a los centroamericanos allá en la Pochota de Tuxtla Gutiérrez. Pero veamos también que no solamente se deben evitar las violaciones, no solamente a los derechos humanos, sino  a los simples principios de la moralidad.  Busquemos evitar que los habitantes del sur mesoamericano sean explotados y ofendidos, no solamente con medidas jurídicas, sino con un mejor desarrollo integral de nuestras economías regionales  y en las complicadas relaciones sociales. Es posible estudiar el trasfondo de la economía y de la sociedad actual en nuestros entornos.  También es necesario conocernos culturalmente mejor en este tiempo de las regiones.

Estas realidades no solamente legitiman la necesidad de un parlamento en América Central. Se necesita pasar de lo simbólico a lo trascendente. Convertir al Parlamento Centroamericano en un espacio para proponer acciones, que empiecen por valorar y revalorar nuestras semejanzas e identidades. Podemos empezar por hacer menos agresivas las relaciones entre las autoridades y los pueblos.

El sur mesoamericano es un conjunto de plumas de la misma ala. Si esas plumas cayeron al mar o a la selva es un incentivo para encontrarlas.  La geografía lo hace posible, la historia lo hace necesario y el futuro lo exige.


* El autor es Senador por Chiapas por el PRD.

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