Se acabó…por ahora.
La reforma en la legislación energética
prácticamente está aprobada. Se impuso la mayoría, lo que no implica
necesariamente que predominó en todo momento la razón ni nada parecido. Sin
embargo, así es la democracia y debemos aceptar de manera republicana sus
resultados. Al terminar el debate, por ahora, entraremos a una nueva fase en el
tratamiento del asunto de la soberanía nacional sobre los energéticos. La
exigencia nacional de soberanía, como lo apuntara un cronista mexicano del
beisbol: “no se acaba hasta que se acaba”.
La democracia tiene un atractivo esencial:
permite a las minorías convertirse en mayorías y a las mayorías las obliga a
cuidarse, so pena de convertirse en fuerzas minoritarias por la acción pensada
de los electores. Se pierde en la democracia, pero también puede ganarse y, por
eso mismo, decimos que el asunto solamente se ha acabado momentáneamente. Ya
vendrán nuevas oportunidades para revertir las reformas que han afectado de
manera negativa a la soberanía nacional.
Los debates fueron ríspidos y en general, fue
un diálogo con interlocutores que no quisieron serlo. El proceso en su conjunto
fue amañado, primero con las fechas para que coincidieran con el campeonato
mundial de futbol y posteriormente con una serie de medidas violatorias de la
normatividad vigente en el Congreso. Muchas de ellas, anulatorias de
los derechos de los legisladores al debate hasta que los asuntos queden claros.
Hubo un simulacro de debate público, porque se hizo en el aislamiento, en lo
oscurito, lejos de los medios masivos de comunicación que, por la importancia
de los temas, debieron haber sido encadenados para transmitir todo el debate.
También para dar voz e imagen a los legisladores, sin excepción alguna y en
igualdad de condiciones en cuanto a tiempo y horarios.
Triunfaron las fracciones del Congreso que
traían la consigna más que los argumentos. Fue el voto de una mayoría armada
alrededor de los intereses políticos, cuestionables o no, y no en torno a
propuestas relacionadas con el interés de la Nación. Triunfaron las razones de
Estado, de un Estado muy particular, sobre las razones de la Nación, que son
dos entidades muy distintas. Por lo demás, el Estado pareció involucionar hacia
formas personalizadas de mandato. El Presidente concentró decisiones, en tanto
que la sociedad mexicana vio colapsar parte de su soberanía.
Los partidos realmente opositores, los de
izquierda, argumentaron con profundidad y con decisión, pero sus argumentos
solamente se hicieron valer de manera moral, porque las decisiones ya habían
sido definidas. Fue una oposición testimonial en diversos planos, pero queda
como el antecedente y el sustento para futuras acciones. La sociedad que no fue
lo suficientemente representada tendrá ahora la palabra y la acción.
Volveremos a defender los intereses del país
en el Senado y en la Cámara de Diputados. Se mantendrá y fortalecerá la
atención hacia las decisiones que en el futuro se tomen en relación con los
energéticos en el país. Si no se puede evitar la salvaje apertura,
que constituye un despojo, al menos se debe reducir en sus dimensiones o, por
lo menos, hacer una denuncia puntual y enérgica. La defensa de los intereses de
la República debe mantenerse en todas las instancias legislativas.
Por supuesto, que esta decisión no es
suficiente. En ese orden, los legisladores y todos los mexicanos
partidarios del interés nacional debemos promover una cada vez mayor
participación de los ciudadanos. En julio de 2015 habrá elecciones
en el país y será una oportunidad decisiva para dar marcha atrás en lo que debe
anularse de las reformas recientemente aprobadas. Necesitamos convertir las
elecciones llamadas intermedias en un evento de referéndum, en donde los
mexicanos expresen su voluntad sobre cómo y quién debe manejar las decisiones
sobre los asuntos esenciales de la Nación: Para eso hemos propuesto se realice
la Consulta Popular en materia energética.
Es difícil saber quiénes fueron los
ganadores, si los hubo, en estos eventos legislativos. Seguramente los
ganadores están en lugares oscuros o lejos del suelo nacional. Tal
vez estén haciendo una fiesta, pero agazapados. Tal vez todavía no celebran,
porque tienen temor al nacionalismo mexicano que pueda reconducir el rumbo del
país mediante la consulta popular.
Al día de hoy lo que es seguro es que perdió
la Nación, porque la potestad sobre los energéticos se redujo a la
administración de contratos, se redujo a una soberanía del
contratismo. Perdió el Poder Legislativo, porque no pudo mantener su
independencia.
Al cambiar el estatuto de PEMEX y de la CFE,
el Congreso pierde el control democrático sobre estas
instituciones. El Poder Judicial ve diezmado su ámbito de acción,
porque los asuntos más importantes relacionados con los energéticos irán a
arbitrajes internacionales, pero el camino es largo y apenas inicia.
Es posible, desde la izquierda, dar la
batalla, a través del apoyo a la consulta popular pero además, mediante la
exposición de razones y argumentos técnicos, dejando en claro que somos
oposición pero que también hay conocimiento, propuesta y argumento.
Pierden los mexicanos, cuando su propiedad,
su identidad y su orgullo pasen a ser espacios para que se exploten o pasen por
ahí los transportes de combustible y las redes de transmisión de electricidad.
Alguien más perdió la dignidad cuando apostó su posición legislativa y olvidó
que no se puede apostar lo que no se tiene. Una silla en el Congreso no es un
patrimonio particular: es la representación de muchos mexicanos y debe
mantenerse con toda la dignidad posible.
Con esta Reforma no se ve por donde gane la
Nación, perdimos todos, o casi todos, pero esto no se acaba hasta que se acaba.
Y la historia nacional continúa.
* El autor es Senador por Chiapas por el PRD.
No hay comentarios:
Publicar un comentario