Hace 40 años, un 7 de agosto, ya terminada la
fiesta de Santo Domingo en Comitán, falleció en Tel Aviv, a consecuencia de un
accidente que, como casi todos, no era inevitable, la escritora chiapaneca
–nacida por mero accidente en el Distrito Federal-.
A inicios de este siglo, otro chiapaneco
destacado, Don Oscar Bonifaz, escribió una obra original y muy seria sobre
Rosario Castellanos. Este chiapaneco de Comitán, que fuera realmente amigo de
la escritora relata pasajes con aportaciones muy valiosas sobre las
circunstancias de la escritora.
El libro se titula Una lámpara llamada
Rosario y fue publicado por CONECULTA Chiapas. Es una obrapensada y escrita sin
ditiritambos. La edición es modesta, pero el contenido es de excelencia. Su
estilo es claro, como debe ser, y tiene la virtud de atraer al lector y, una
vez cercano, lo atrapa en su sencillez y en su contenido novedoso.
Bonifaz comienza con una cita a Jaime
Sabines, que es un reclamo a la poetisa difunta por haberse muerto:
¡Cómo
te quiero, Chayo, cómo duele
Pensar
que traen tu cuerpo! —así se dice—
(¿Dónde
dejaron tu alma? ¿No es posible
rasparla
de la lámpara?),
El autor en cuestión —O. Bonifaz—nos aporta
algunos apuntes biográficos. Ella era hija de César Castellanos y de Adriana
Figueroa. Era un matrimonio del Comitán de otros tiempos, en donde los
apellidos pesaban tanto como las fortunas hechas de distintas maneras. Rosario
era la hija no consentida de la familia, porque el preferido era Benjamín, el
niño que reencarna en Balun–Canán como Mario Argüello. Benjamín Muere —como
Mario— y Rosario se siente, en su interior, como la culpable por no haber
ocupado el lugar postrero de Benjamín.
La muerte de Benjamín es para Rosario un
referente atávico. Cada semana los Castellanos visitan la pequeña tumba y
Rosario se hace invisible entre las lágrimas paternas y maternas. Don César le
cuenta largas historias al niño difunto y le deja moneditas para su gasto del
domingo. En su cumpleaños y en navidad la tumba se cubre con juguetes y con
uncaballito de cartón con crines de ixtle.
Rosario vive el silencio y comienza a sentir
la soledad que va a ser su principal acompañante a lo largo de su vida. Bonifaz
nos brinda más elementos para reflexionar: de su madre heredó la pequeña
estatura, pero no las habilidades para el trabajo doméstico, como ella misma lo
confiesa en Mujer que sabe latín. De su padre, el color blanco de su piel y,
sobre todo, un apellido de prosapia chiapaneca. De las indias traídas de sus
fincas ha aprendido los secretos de la
sumisión y la costumbre de inclinar reverentemente la cabeza cuando hablan los
mayores en todos los sentidos. Don César era un hombre ilustrado, con estudios
de ingeniería y propietario de dos fincas: El Rosario y Chapatengo. Algunos
sabios extranjeros, que por cierto son muy respetados por algunos chiapanecos,
se dice que la finca se llamaba Chactajal o Bajucú (seguramente lo leyeron en
Balun-Canán y nos lo venden como ingrediente biográfico).
Oscar Bonifaz nos hace un breve recuento de
la obra de Castellanos y nos comparte su correspondencia con la escritora. Es
un trabajo muy ordenado y escrito con un lenguaje sencillo, con una muy clara
influencia de los modos literarios de su amiga. En varios espacios del ensayo,
nos recrea los dos paradigmas de doña Rosario: la soledad y las lámparas. La
lámpara ocupó un lugar importante en su poesía, de su visión de la vida, y fue
paradójicamente una de las causa de su
muerte. La otra fue la soledad que Rosario consiguió versificar con brillantez.
El libro del maestro Oscar Bonifaz es una
excelente invitación para leer a Rosario Castellanos. A la escritora que no
hizo narrativas panfletarias, sino que documentó la imaginación con su gran
inteligencia. Rosario, como todas las mujeres que saben latín, terminó sin
marido y sin buen fin. Oscar Bonifaz nos llama a leer para que la obra de la
poetisa permanezca. Casi casi, nos invita a Comitán a recordar a Rosario. A
celebrar a Rosario Castellanos, en este agosto, como en Los convidados...
BIBLIOGRAFÍA
Bonifaz, Oscar. Una lámpara llamada Rosario.
Tuxtla Gutiérrez, CONECULTA, 2000.
* El autor es Senador por Chiapas por el PRD
y Presidente de la Comisión de Biblioteca y Asuntos Editoriales.
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