Zoé Robledo*
8 de octubre de 2013
El 7 de octubre del fatídico 1913, fue cobardemente
asesinado don Belisario Domínguez y, desde entonces, el médico de Comitán pasó
a ser un referente sobre la palabra como instrumento de la libertad. Sencillamente, no se puede ser libre si no
hay posibilidades de expresarse. La libertad de expresión es inherente a la
posibilidad del ser humano de alcanzar la independencia en todo el sentido de
la palabra. Las voces apresadas apresan al hombre en el sentido de especie.
Como es bien sabido, aún cuando con frecuencia se
pasa por alto, don Belisario Domínguez fue un mártir de la libertad total; es
decir, ofrendó su vida en el altar de una Patria libre. De una Nación libre de
la dictadura del usurpador Victoriano Huerta. Sin embargo, el mejor homenaje
que podemos hacer al mártir nacido en Comitán es reflexionar sobre el tema
esencial que determinó el sacrificio del Senador chiapaneco. Necesitamos pensar
la libertad y, sobre todo, examinar todo lo que se relaciona con dejar las
palabras en libertad.
Don Belisario Domínguez, al hablar ante el Senado
de la República sabía bien a qué debería atenerse. Sabía que el vesánico
Victoriano Huerta no tardaría en reaccionar y que su discurso acusatorio era
una copia manual de su sentencia de muerte. Por eso se despidió de su hijo
Ricardo y le previno sobre lo difícil que era vivir en una dictadura y
comportarse –definitivamente ser, un hombre libre- de manera adecuada. El
mensaje al joven Ricardo, fue un aviso para los mexicanos de tiempos
posteriores.
Sin embargo, ese aviso puede leerse de diferentes
maneras. Don Belisario conocía los alcances de la dictadura y, en ese orden,
sabía que su vida estaba en riesgo inminente. Seguramente sabía que el peligro
era parte de la vida y, sobre todo, de la vida que se relaciona con la Patria;
que es el lugar en donde se ha nacido y que genera los sentimientos de
sacrificio y entrega sin regateos. Sin
embargo, el gran legado de don Belisario Domínguez requiere de otras
reflexiones.
En su periódico “El Vate”, hace valer el poco
margen que había para opinar en el estado de Chiapas y específicamente en
Comitán. Se ocupa de varios temas, desde las corridas de toros a las cuales
considera un tema de reflexión, aunque no las condena de manera explícita;
hasta la obligación de los estudiantes de estar atentos a los problemas
sociales. De manera enfática se refiere
a las relaciones injustas entre la federación y nuestra entidad federativa. Don
Belisario aprovecha su fuerte autoridad moral para abrir un espacio de
libertades, aún cuando fueran relativas a un pequeño periódico de provincia.
El aniversario número cien de la muerte del Senador
Chiapaneco por excelencia, debe llevarnos a pensar distintos temas y uno es precisamente el de
la libertad de expresión, derecho que la sociedad mexicana ha conquistado tras
largos y complicados esfuerzos. Sin
embargo esta libertad esta permanentemente amenazada, no solamente por los
actores interesados en el silencio; sino también por quienes la han convertido
en un instrumento ominoso y que cada vez tienen una mayor presencia con los
avances de la tecnología.
Hay un lugar común muy común: el afirmar que es
preferible el libertinaje que la represión a la libertad de expresarse. Es cierto, pero es aceptar un mal, un mal
menor si se quiere, entre los peores, pero al fin un mal. La libertad de expresión, como lo afirmara el
Dr. Jorge Carpizo, no puede entenderse como libertad de calumnia, ni como
libertad de falsear, ni como libertad de deshonrar. La libertad de expresión
también exige un imperativo ético.
Da para la reflexión el que en algunos medios o a
través de las redes sociales al amparo de la libertad de expresión se falte a
la verdad dolosamente, creando alarma social o
se intenten construir descréditos, y en donde el anonimato prospere
cuando la expresión de la plaza pública del siglo XXI garantizan una mayor
visibilidad y alcance en cada voz que se expresa.
De ninguna manera propongo una regulación legal o
normativa sobre los medios que hoy nos dan voz de manera sencilla y accesible.
Lo que hace falta es construir ciudadanía. Ciudadanía como la que ejemplifica
Belisario Domínguez en donde a pesar de los riesgos utilizó su libertad para la
denuncia, para revelar al poder ominoso y tirano.
Para que la libertad permanezca es necesario
fortalecerla y esa energía se obtiene del uso responsable. Si la libertad sirve
para calumniar se debilita y, lo que es grave, el uso de la palabra libertina
se convierte en una convocatoria a la represión, se convierte en una invitación
a limitar la propia libertad.
La libertad de expresión fue el arma de Belisario
Domínguez contra el autoritarismo. Bienvenida la denuncia contra éste, el que
se ejerce desde el poder público o desde poder fáctico. Pero como bien refiere
José Woldenberg hay quienes errónea o dolosamente quieren equiparar a cada
autoridad, aun las democráticas y legítimamente constituidas, con una instancia
autoritaria.
* El autor es Senador por Chiapas por el PRD y
Secretario de la Comisión de la Medalla Belisario
Domínguez.
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