Septiembre en Chiapas

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miércoles, 9 de octubre de 2013

LIBRES POR LA PALABRA…¿LIBERTINA?



Zoé Robledo*
8 de octubre de 2013

El 7 de octubre del fatídico 1913, fue cobardemente asesinado don Belisario Domínguez y, desde entonces, el médico de Comitán pasó a ser un referente sobre la palabra como instrumento de la libertad.  Sencillamente, no se puede ser libre si no hay posibilidades de expresarse. La libertad de expresión es inherente a la posibilidad del ser humano de alcanzar la independencia en todo el sentido de la palabra. Las voces apresadas apresan al hombre en el sentido de especie.
        
Como es bien sabido, aún cuando con frecuencia se pasa por alto, don Belisario Domínguez fue un mártir de la libertad total; es decir, ofrendó su vida en el altar de una Patria libre. De una Nación libre de la dictadura del usurpador Victoriano Huerta. Sin embargo, el mejor homenaje que podemos hacer al mártir nacido en Comitán es reflexionar sobre el tema esencial que determinó el sacrificio del Senador chiapaneco. Necesitamos pensar la libertad y, sobre todo, examinar todo lo que se relaciona con dejar las palabras en libertad.
        
Don Belisario Domínguez, al hablar ante el Senado de la República sabía bien a qué debería atenerse. Sabía que el vesánico Victoriano Huerta no tardaría en reaccionar y que su discurso acusatorio era una copia manual de su sentencia de muerte. Por eso se despidió de su hijo Ricardo y le previno sobre lo difícil que era vivir en una dictadura y comportarse –definitivamente ser, un hombre libre- de manera adecuada. El mensaje al joven Ricardo, fue un aviso para los mexicanos de tiempos posteriores.
        
Sin embargo, ese aviso puede leerse de diferentes maneras. Don Belisario conocía los alcances de la dictadura y, en ese orden, sabía que su vida estaba en riesgo inminente. Seguramente sabía que el peligro era parte de la vida y, sobre todo, de la vida que se relaciona con la Patria; que es el lugar en donde se ha nacido y que genera los sentimientos de sacrificio y entrega sin regateos.  Sin embargo, el gran legado de don Belisario Domínguez requiere de otras reflexiones. 
        
En su periódico “El Vate”, hace valer el poco margen que había para opinar en el estado de Chiapas y específicamente en Comitán. Se ocupa de varios temas, desde las corridas de toros a las cuales considera un tema de reflexión, aunque no las condena de manera explícita; hasta la obligación de los estudiantes de estar atentos a los problemas sociales.  De manera enfática se refiere a las relaciones injustas entre la federación y nuestra entidad federativa. Don Belisario aprovecha su fuerte autoridad moral para abrir un espacio de libertades, aún cuando fueran relativas a un pequeño periódico de provincia.

El aniversario número cien de la muerte del Senador Chiapaneco por excelencia, debe llevarnos a pensar  distintos temas y uno es precisamente el de la libertad de expresión, derecho que la sociedad mexicana ha conquistado tras largos y complicados esfuerzos.  Sin embargo esta libertad esta permanentemente amenazada, no solamente por los actores interesados en el silencio; sino también por quienes la han convertido en un instrumento ominoso y que cada vez tienen una mayor presencia con los avances de la tecnología.

Hay un lugar común muy común: el afirmar que es preferible el libertinaje que la represión a la libertad de expresarse.  Es cierto, pero es aceptar un mal, un mal menor si se quiere, entre los peores, pero al fin un mal.  La libertad de expresión, como lo afirmara el Dr. Jorge Carpizo, no puede entenderse como libertad de calumnia, ni como libertad de falsear, ni como libertad de deshonrar. La libertad de expresión también exige un imperativo ético.

Da para la reflexión el que en algunos medios o a través de las redes sociales al amparo de la libertad de expresión se falte a la verdad dolosamente, creando alarma social o  se intenten construir descréditos, y en donde el anonimato prospere cuando la expresión de la plaza pública del siglo XXI garantizan una mayor visibilidad y alcance en cada voz que se expresa.

De ninguna manera propongo una regulación legal o normativa sobre los medios que hoy nos dan voz de manera sencilla y accesible. Lo que hace falta es construir ciudadanía. Ciudadanía como la que ejemplifica Belisario Domínguez en donde a pesar de los riesgos utilizó su libertad para la denuncia, para revelar al poder ominoso y tirano.

Para que la libertad permanezca es necesario fortalecerla y esa energía se obtiene del uso responsable. Si la libertad sirve para calumniar se debilita y, lo que es grave, el uso de la palabra libertina se convierte en una convocatoria a la represión, se convierte en una invitación a limitar la propia libertad.
La libertad de expresión fue el arma de Belisario Domínguez contra el autoritarismo. Bienvenida la denuncia contra éste, el que se ejerce desde el poder público o desde poder fáctico. Pero como bien refiere José Woldenberg hay quienes errónea o dolosamente quieren equiparar a cada autoridad, aun las democráticas y legítimamente constituidas, con una instancia autoritaria.


* El autor es Senador por Chiapas por el PRD y Secretario de la Comisión de la Medalla Belisario Domínguez.


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