Septiembre en Chiapas

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domingo, 6 de octubre de 2013

Zoé Robledo: Tragedia y legado de don Belisario









El 7 de octubre de 1913, a las 11:30 de la noche, se inició un acto más de la tragedia mexicana. Agentes de la policía "reservada" un cuerpo de la dictadura de Victoriano Huerta cuya especialidad era la persecución y eliminación de los enemigos del gobierno usurpador detuvieron al senador Belisario Domínguez Palencia. Los sicarios lo condujeron al panteón de Coyoacán y ahí lo asesinaron a balazos. El crimen contra el legislador generó múltiples protestas en el Senado de la República y, por eso mismo, el día 10 del mismo mes; Huerta disolvió el Congreso federal y muchos congresistas fueron detenidos.

El argumento para disolver el Congreso fue que este poder se había extralimitado en sus atribuciones, abarcando incluso algunas que por ley le correspondían al Poder Judicial y al Ejecutivo. En la lógica del dictador, en el Congreso no había buenas intenciones, ni un proyecto nacional, ni un caudillo con la capacidad, la entereza y la honradez para dirigir el destino del país. Por eso mismo, el Congreso debía disolverse y realizar nuevas elecciones legislativas. La disolución del Poder Legislativo era según el gobierno dictatorial con la única finalidad de proteger a la nación y para el mantenimiento del régimen "constitucional" que encabezaba Huerta.

El gobierno de Huerta permaneció y sus crímenes, en términos judiciales, quedaron impunes ¿Don Belisario Domínguez ofrendó su vida sólo en el altar del honor y de la dignidad

No.

Si bien se puede pensar que la disolución del Congreso, dadas las circunstancias de un país gobernado por asesinos, fue poco enérgica; el hecho dejó al dictador políticamente menos acompañado. Sobre todo porque el Poder Judicial tenía una presencia discreta y no constituía un factor de legitimidad. Al desaparecer las dos Cámaras, la oposición tuvo mayores argumentos y la disidencia comenzó a crecer. Inclusive, y ese es un asunto con mayores puntos oscuros, el Ejército comenzó a dividirse.

La muerte de Madero, Pino Suárez, Belisario Domínguez y muchos mexicanos más, fue un elemento que disminuyó la ya de por sí baja legitimidad de la dictadura. En el interior del país la oposición se hizo más compacta y se orientó hacia las modalidades militares. El rechazo al gobierno usurpador fue el eje definitivo en la formación de columnas armadas en las entidades federativas estratégicas de entonces. También hubo una lección que los revolucionarios constitucionalistas aprendieron muy bien: al enemigo había que exterminarlo militarmente y destruir todos sus sustentos civiles. Se comprobó, en los hechos, que la prudencia de Madero no era el camino adecuado en las nuevas circunstancias.

Dicho de otra manera, la muerte del senador chiapaneco generó una ruptura y con ello se derrumbaron las posibilidades de una alianza de los legisladores huertistas con el Ejecutivo. El Congreso era un lugar apropiado para mantener la interlocución entre la dictadura y las fuerzas políticas de las entidades federativas. Esta posibilidad se diluyó abruptamente.

Hacia el exterior, las fuerzas filibusteras no tuvieron ya mayores argumentos para legitimar la dictadura huertista. Incluso, el gobierno norteamericano en cuya embajada se pactó la caída de Madero se vio obligado a finalizar el apoyo, tácito o explícito, a Huerta. Las voces que en Inglaterra y Alemania se referían a la necesidad de intervenir en México para terminar con la anarquía de pronto se vieron disminuidas.

En Comitán, Chiapas, la noticia fue conocida el 15 de octubre. El ayuntamiento de ese municipio sesionó en forma extraordinaria y resolvió unirse al sentir popular. Don Belisario Domínguez era una persona muy conocida y estimada en su pueblo natal, por su naturaleza humanista y sus aportes cotidianos para aliviar el dolor de sus coterráneos. El ayuntamiento de Comitán decretó tres días de duelo y declaró hijo predilecto de la ciudad al senador.

Hablar de Belisario Domínguez es hacer referencia a la varonía en el sentido moral del término. Su legado tiene que ver con levantar la voz cuando el silencio se generaliza y se impone por el temor o la conveniencia. Su gesta heroica fue un llamado a recuperar dignidades que ya no se percibían. La soledad de su sacrificio fue momentánea, porque resurgió el compromiso con las grandes causas nacionales. Don Belisario no llegó al Senado con intenciones suicidas, pero sí con la certeza de que la verdad tenía sus riesgos. Don Belisario no esperaba que el Senado liberara a la patria del dictador, pero sí que se liberara la palabra.

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