El 7 de octubre de 1913, a
las 11:30 de la noche, se inició un acto más de la tragedia mexicana. Agentes
de la policía "reservada" un cuerpo de la dictadura de Victoriano
Huerta cuya especialidad era la persecución y eliminación de los enemigos del
gobierno usurpador detuvieron al senador Belisario Domínguez Palencia. Los
sicarios lo condujeron al panteón de Coyoacán y ahí lo asesinaron a balazos. El
crimen contra el legislador generó múltiples protestas en el Senado de la
República y, por eso mismo, el día 10 del mismo mes; Huerta disolvió el
Congreso federal y muchos congresistas fueron detenidos.
El argumento para disolver
el Congreso fue que este poder se había extralimitado en sus atribuciones,
abarcando incluso algunas que por ley le correspondían al Poder Judicial y al
Ejecutivo. En la lógica del dictador, en el Congreso no había buenas
intenciones, ni un proyecto nacional, ni un caudillo con la capacidad, la
entereza y la honradez para dirigir el destino del país. Por eso mismo, el
Congreso debía disolverse y realizar nuevas elecciones legislativas. La
disolución del Poder Legislativo era según el gobierno dictatorial con la única
finalidad de proteger a la nación y para el mantenimiento del régimen
"constitucional" que encabezaba Huerta.
El gobierno de Huerta
permaneció y sus crímenes, en términos judiciales, quedaron impunes ¿Don
Belisario Domínguez ofrendó su vida sólo en el altar del honor y de la dignidad
No.
Si bien se puede pensar que
la disolución del Congreso, dadas las circunstancias de un país gobernado por
asesinos, fue poco enérgica; el hecho dejó al dictador políticamente menos
acompañado. Sobre todo porque el Poder Judicial tenía una presencia discreta y
no constituía un factor de legitimidad. Al desaparecer las dos Cámaras, la
oposición tuvo mayores argumentos y la disidencia comenzó a crecer. Inclusive,
y ese es un asunto con mayores puntos oscuros, el Ejército comenzó a dividirse.
La muerte de Madero, Pino
Suárez, Belisario Domínguez y muchos mexicanos más, fue un elemento que
disminuyó la ya de por sí baja legitimidad de la dictadura. En el interior del
país la oposición se hizo más compacta y se orientó hacia las modalidades
militares. El rechazo al gobierno usurpador fue el eje definitivo en la
formación de columnas armadas en las entidades federativas estratégicas de
entonces. También hubo una lección que los revolucionarios constitucionalistas
aprendieron muy bien: al enemigo había que exterminarlo militarmente y destruir
todos sus sustentos civiles. Se comprobó, en los hechos, que la prudencia de
Madero no era el camino adecuado en las nuevas circunstancias.
Dicho de otra manera, la
muerte del senador chiapaneco generó una ruptura y con ello se derrumbaron las
posibilidades de una alianza de los legisladores huertistas con el Ejecutivo.
El Congreso era un lugar apropiado para mantener la interlocución entre la
dictadura y las fuerzas políticas de las entidades federativas. Esta
posibilidad se diluyó abruptamente.
Hacia el exterior, las
fuerzas filibusteras no tuvieron ya mayores argumentos para legitimar la
dictadura huertista. Incluso, el gobierno norteamericano en cuya embajada se
pactó la caída de Madero se vio obligado a finalizar el apoyo, tácito o
explícito, a Huerta. Las voces que en Inglaterra y Alemania se referían a la
necesidad de intervenir en México para terminar con la anarquía de pronto se
vieron disminuidas.
En Comitán, Chiapas, la
noticia fue conocida el 15 de octubre. El ayuntamiento de ese municipio sesionó
en forma extraordinaria y resolvió unirse al sentir popular. Don Belisario
Domínguez era una persona muy conocida y estimada en su pueblo natal, por su
naturaleza humanista y sus aportes cotidianos para aliviar el dolor de sus
coterráneos. El ayuntamiento de Comitán decretó tres días de duelo y declaró
hijo predilecto de la ciudad al senador.
Hablar de Belisario
Domínguez es hacer referencia a la varonía en el sentido moral del término. Su
legado tiene que ver con levantar la voz cuando el silencio se generaliza y se
impone por el temor o la conveniencia. Su gesta heroica fue un llamado a
recuperar dignidades que ya no se percibían. La soledad de su sacrificio fue
momentánea, porque resurgió el compromiso con las grandes causas nacionales.
Don Belisario no llegó al Senado con intenciones suicidas, pero sí con la
certeza de que la verdad tenía sus riesgos. Don Belisario no esperaba que el
Senado liberara a la patria del dictador, pero sí que se liberara la palabra.
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