En de diciembre de 1972, la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) acordó celebrar, el día de junio de
cada año, del Día Mundial del Medio Ambiente.
Este evento mundial celebrativo, nos da la oportunidad de reflexionar en
el contexto internacional y, por supuesto, a la situación en Chiapas.
Especialmente en lo que se refiere a la Sierra Madre. Empezaré en esta entrega, por lo general para
ir después a las particularidades.
En esta fecha, los gobiernos integrados en la ONU
examinan algunos de los temas relacionados con el escenario ambiental. Temas,
justamente, relacionados con un entorno preocupante y que, por fortuna, todavía
no es una situación de pánico, aunque a veces lo deseable es que lo fuera, dado
que el motivo sí lo requiere y lo demanda. El planeta, dicho en los términos
necesarios, ha comenzado a vivir con los tiempos prestados. Sus señales de vida
así nos lo indican, pero éstas no siempre son atendidas.
Y, desafortunadamente, los signos son
ominosos. Según la Organización Mundial
de la Salud, cada año mueren en el mundo 5 millones de niños por enfermedades
relacionadas, directamente o no, con el deterioro ambiental. Uno de cada tres
menores de edad en el planeta está amenazado, en distintos grados, por el
creciente volumen de los gases de efecto invernadero generados por los seres
humanos. En el año 2003 murieron 27 mil
personas en Europa, 10 mil de ellas en Francia, uno de los países con mejor
sistema de salud. Entre 1990 y 2005, la temperatura del planeta se elevó, en
promedio, en un 0.5 por ciento.
Los glaciares han comenzado a derretirse y el calor
hace estragos en las masas heladas de los continentes de Asia y América. De
seguir con esa tendencia, el descongelamiento de los dos polos, de Groenlandia
y de los Himalayas, la cantidad de
bióxido de carbono y de metano que hoy
flota sobre la corteza terrestre se va a multiplicar por diez. Esta
multiplicación, por sí sola, pone en peligro la vida humana, de manera directa
y en un plazo breve.
Con evidencias como estas, el planeta nos muestra
la imagen futura de un apocalipsis laico. No es una profecía religiosa, sino
una previsión científica. Según el Instituto Tecnológico de Massachusetts,
entre 1970 y el año 2005, el número de
ciclones en el Atlántico y en el Pacífico se incrementó en un 50 por ciento. En
el año 2005, la Organización Meteorológica Mundial se quedó sin nombres para
denominar a los huracanes y las tormentas, por lo que hubo de recurrir al
alfabeto griego. El nivel del mar ha subido 3 milímetros por año en los últimos
12 años. Las inundaciones en Europa
fueron de 25 en 1950 a 325 en los principios del siglo XXI. En América fueron de 12 a 190 y en Asia de 48
a 330 en el mismo período.
Junto a las inundaciones se dan las sequías: el
desierto del Sahara recibe la mitad del agua que recibía hace 25 años, cuando
ya de por sí era muy escasa. El lago Chad, situado en el centro de África, ha
perdido el 80 por ciento de su volumen entre 1960 y el 2000. En Malawi, las
lluvias para sembrar nunca llegaron en 2005 y 6 millones de personas estuvieron
a punto de morir de hambre. El descongelamiento de los Himalayas, que ya
mencioné al principio, además del metano mortal puede provocar que 2 mil
millones de personas queden sin agua en Asia. Podrían morir de sed en los
finales del siglo XXI.
A nivel mundial, cada año se pierden casi un millón
de hectáreas de bosque. El desierto, por
su parte, avanza en casi 100 kilómetros anuales. Cada semana se pone en riesgo
de desaparición a una especie en algún lugar del planeta.
El calentamiento ya ha afectado de manera sensible
al llamado Cinturón Transportador Oceánico, un sistema de corrientes que
combina las corrientes frías y las cálidas del agua marina, de tal manera que
se logra un equilibrio mínimo para las aguas y, sobre todo, de los
vientos. El colapso de este sistema ha
generado una mayor vulnerabilidad frente a los maremotos que antes pasaban
desapercibidos prácticamente. Las olas gigantes, algunas de 60 metros, se han
convertido ya en frecuentes y acompañan a los litorales y costas.
El recuento de calamidades es largo. Sin embargo,
no podemos concluirlo sin mencionar que ya se ha colapsado el conjunto biótico
marino. Los arrecifes de coral, que en el mar equivalen a los bosques y selvas
de la tierra, se reducen día a día, con efectos directos sobre toda la vida
subacuática. Entre 1970 y 2003, según la
World Wild life Foundation, desapareció el 27 por ciento de las mismas.
Podríamos seguir con este ominoso recuento, que es
amplio y crece rápido. Baste por ahora
recordar que los estados, las sociedades y los individuos tenemos una tarea
urgente: preocuparnos y ocuparnos del planeta. Sin duda este es un tema a
reflexionar en torno al Día Mundial del Medio Ambiente y su conmemoración de
este año. De las preocupaciones debemos pasar a las acciones para atender este
problema de manera intensa y colectiva.
En la próxima columna, abordaré este tema desde
Chiapas, especialmente desde la Sierra Madre. El cuidado del medio ambiente,
debe ser uno de los ejes estratégicos en el presente y el futuro de nuestro
estado. Es cosa vital.
BIBLIOGRAFÍA
Zoé Robledo, Salvar la Sierra para que Chiapas
viva. S.p.i. 2008. En este material se
citan las fuentes de las afirmaciones que se hacen.
* El autor es Senador por Chiapas por el PRD.
No hay comentarios:
Publicar un comentario