El 14 de septiembre es el día más
significativo para los chiapanecos. Es
el día de nuestra mexicanidad, de una mexicanidad democrática, de una
mexicanidad que encierra enseñanzas y valores.
El 14 de septiembre de 1824, los
chiapanecos de entonces hicieron valer la voluntad mayoritaria y decidieron
libremente ser mexicanos. Hoy, estamos
aquí para celebrar un nuevo aniversario de aquel amanecer del federalismo en
nuestra nación.
En
1824 la voz de los chiapanecos se dejó escuchar. A través de un plebiscito, de
un ejercicio de consulta al pueblo, los chiapanecos de entonces decidieron ser
parte de la nación mexicana. No de Guatemala, no una nación propia, sino parte sustantiva
de México.
La
Federación de Chiapas a México nos deja para los mexicanos de hoy la clara
lección de la importancia de recurrir, en los momentos de las decisiones
trascendentes, al sentimiento y la inteligencia colectiva. A sin temor,
consultar a la sociedad, al pueblo, para trazar un camino conjunto que evite
discusiones tan largas como estériles; y recoja democráticamente la decisión popular
afrontar los retos de las décadas por venir.
En
Chiapas asumimos sin temores la decisión colectiva para los grandes temas que nos
afectan, asumimos el método y asumimos también sus consecuencias.
Hay que tenerlo presente: 1824 eran
tiempos difíciles para la joven república mexicana. Había desconciertos y
divisiones internas que se sumaban ominosamente a las amenazas extranjeras.
Los signos de la historia no eran
venturosos y el porvenir se pronosticaba lleno de adversidades. Las amenazas recorrían la geografía nacional
y la conciencia de los mexicanos. La
integridad del territorio estaba en riesgo y, en la misma medida, la integridad
espiritual se veía seriamente comprometida.
Los chiapanecos de ese tiempo así
lo percibieron. Se incorporaron a la Nación Mexicana con la idea clara de que
pasaban a formar parte de un proyecto de comunidad nacional que implicaba esfuerzos
mayores.Sentíamos, sabíamos, que el rumbo era el correcto.
Los chiapanecos NO nos incorporamos
a la nación mexicana para ver que podía hacer ella por nosotros, sino para ver
cómo podíamos construir juntos una gran patria para todos.
En ese gran proyecto hemos estado
atentos y ocupados. Hemos sido partícipes de los momentos más delicados y
trascendentes de nuestra historia como nación.
Los chiapanecos de muchos años han hecho patente su valor y su talento
en la construcción y en la defensa de la Patria. Hubo soldados chiapanecos prestos para
enfrentar la amenaza de la reconquista; también para detener la invasión
norteamericana y para afrontar las acciones del Segundo Imperio. Hubo también chiapanecos en las causas
liberales y republicanas de todo el siglo XIX.
Hoy, Chiapas, debe recuperar ese
rumbo. El rumbo que nos da sentido de
unidad, de pertenencia. Es lo que alienta la esperanza y hace vivir con
grandeza a los pueblos. Es una percepción, pero es tangible, es una idea pero
se puede tocar.
Cuando hay sentido de rumbo hay porvenir. Cuando el rumbo es definido, cuando se navega con firmeza y seguridad, los pueblos en su gran sabiduría lo saben, lo identifican, lo sienten.
Cuando hay sentido de rumbo hay porvenir. Cuando el rumbo es definido, cuando se navega con firmeza y seguridad, los pueblos en su gran sabiduría lo saben, lo identifican, lo sienten.
Al integrarnos en la Nación
Mexicana, como mujeres y hombres de esfuerzos múltiples, también nos
contagiamos del orgullo nacional.
Chiapas, en todo su territorio, desde hace ya casi doscientos años, es
un baluarte de la Nación, entendida como identidad y pasión por la Patria. Ningún
chiapaneco, en ninguna circunstancia, dejará de sentirse mexicano en ningún
lugar ni en ningún tiempo.
Por ello, 189 años después nos queda clara la convicción de aquellos
chiapanecos.
La decisión soberana del pueblo de
Chiapas por ser y pertenecer a la nación mexicana, no es fruto del azar. Se
fundó en nuestra historia, en nuestra vocación, en nuestros empeños, y se nutre
al menos de cuatro conceptos: La libertad, la responsabilidad, la decisión y el
rumbo.
La libertad nos permitió hacer,
elegir, valorar sin conflictos ni amenazas.
La responsabilidad nos hizo pensar
en el futuro, en las generaciones venideras, en el nosotros antes que el yo.
La decisión nos irradió el
carácter, la energía, el empuje por hacer que las cosas sucedan.
Y el Rumbo, el rumbo siempre ha
sido México.
Elegimos México porque México era y
es nuestro proyecto. No nos sumamos a una nación consolidada y pujante que nos
diera cobijo y resguardo. Nos sumamos a una nación incipiente que creciera y se
forjara junto con nosotros en un proyecto nuevo, propio. México es nuestro, desde
Chiapas animamos su construcción y su progreso.
En Chiapas comienza la geografía
mexicana y se inicia la historia de la Nación federada. En Chiapas comienza el ejercicio de la
voluntad popular para ser mexicanos. En Chiapas comienza a sentirse México, con
todo su significado.
En un tiempo, Chiapas puso a sus
patriotas al servicio de la integridad de la Nación.
En otro tiempo ha puesto, sin
regateos de ninguna clase, sus recursos naturales para engrandecer a la
república.
En todo momento, los chiapanecos
hemos aportado profundos sentimientos de orgullo, de pasión y de solidaridad
con la Nación de la que en 1824 pasamos a ser parte de sus constructores.
El peso de la historia hoy nos
llama. Esa historia abundante de Chiapas que como bien dice Fedro Guillen “solamente cabe en la pared oriental del
Cañón del Sumidero o en la memoria de todos los chiapanecos”.
Por eso el ejemplo de nuestra
historia es la fuerza de la conducta de hoy.
Hoy,
el país vive nuevas y distintas dificultades. Hay nuevos desafíos forjados por
causas complejas. Se viven retos que
solamente se pueden afrontar con decisión y sentimientos patrióticos.
La
desigualdad nos marca profundamente y como lo expresa puntualmente José
Woldenberg “Extrema riqueza y extrema pobreza coexisten en el territorio
nacional y el conjunto de grises intermedios no puede construir un nosotros
inclusivo. Por el contrario, lo que aflora y se expresa son la infinidad de
"nosotros" particulares, cada uno con sus intereses, expectativas,
reclamos y horizontes propios”.
Necesitamos
más pensar en el conjunto nacional que en el interés particular. Trascender los
intereses parciales, por numeroso que sea nuestro grupo, y regresar a pensar en
México.
En
Chiapas aprendimos bien desde 1824 que debemos de dejar de pensar en “jalar
cada quien para su lado”, pues esa lógica divide el esfuerzo y los logros que
se obtienen son a costa de otros. Arrebatar no es construir.
Los
derechos y reivindicaciones de grupos, no pueden ser a costa de los derechos y
libertades de todos.
En Chiapas compartimos el anhelo
nacional por reencontrar la tranquilidad.
Asistimos
puntuales a la cita de los destinos patrios. Así, hoy Chiapas asiste con
firmeza, con seguridad en esta hora difícil de nuestro amado México, cuando
vemos como se lastiman a los pueblos en su esencia básica haciendo del miedo
una forma de vida.
No
podemos admitir que se juegue con la tranquilidad y la concordia social. No
construyen nada positivo los rumores y augurios de desastre o enfrentamiento
entre mexicanos solo para sacar raja política para un gremio o un movimiento.
Vivimos, otra vez, tiempos para
preocuparnos y construir nuevos compromisos con la Nación.
De la misma manera que en 1824, los
chiapanecos pasaron a ser parte de México. Hoy, vamos a refrendarlo con una
nueva integración para reparar los tejidos que la Nación demanda. Se hará lo
que ordena la República.
En los días de compromiso que
habremos de afrontar, estarán los mejores mexicanos. Y ahí, con ellos,
nuevamente nos encontraremos.
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