Cuando se escucha a los ciudadanos se toman buenas
decisiones. En Chiapas lo sabemos bien. El 14 de septiembre de 1824 los
chiapanecos de entonces hicieron valer su voluntad mayoritaria y, a través de
un plebiscito, decidieron libremente ser mexicanos. Eran momentos complejos,
pero estoy cierto que haber consultado a los ciudadanos fue la mejor forma de
tomar una decisión histórica; valorando el sentimiento y la inteligencia
colectiva.
La referencia cabe cuando se discuten distintas propuestas
de reforma energética. El tema es de trascendencia nacional, pues no solo toca
fibras sensibles del nacionalismo para los mexicanos, sino que de ellas depende
ampliar las bases para nuestro desarrollo, elementos comunes a los que estaban
en juego en Chiapas hace 189 años.
México se encuentra ante diversas propuestas para maximizar
los beneficios que obtiene de su industria petrolera. Al reto de decidir sobre
las propuestas de transformación se suma hoy un nuevo desafío: con qué método
lo vamos a decidir.
Elegir el método no debe verse como un desafío técnico sino
como un problema democrático y los problemas de la democracia solo se resuelven
con más democracia.
La reforma energética encierra muchos aspectos en los que,
sin duda, los expertos podrán aportar elementos de detalle, pero la gran
decisión es fundamentalmente política, de prospectiva, de futuro, por lo que
atañe a todos los mexicanos.
No puede sustituirse la voz y el mandato del pueblo de
México por la opinión de media centena de especialistas, por destacados que
sean. El petróleo, se nos ha dicho históricamente, es de los mexicanos y por
tanto deben ser los mexicanos quienes hablen, a quienes se escuche, quienes se
expresen en torno a lo que quieren y esperan de uno de sus principales recursos
naturales.
Podrá decirse que el pueblo de México está representado por
los diputados y senadores. Es cierto. Pero la misma Constitución, en su
artículo 35, ya otorga el derecho a los ciudadanos de participar en las
decisiones públicas en los temas de trascendencia nacional. Las consultas
ciudadanas son ya parte de nuestros derechos. ¿Qué tema más trascendente hay
actualmente en la agenda pública que la reforma energética
La mejor solución para el debate y la polarización que la
reforma energética refleja es una consulta ciudadana, por ser una respuesta
democrática. Adicionalmente una consulta nos ayudaría a solventar una
disyuntiva inocultable. La opinión pública sobre la participación de mayor
inversión privada en Pemex va en un sentido: no aceptarla. Así lo demuestra un
avasallador número de encuestas durante los últimos diez años. Mientras que las
mayorías legislativas que se pueden construir en el Congreso, como la suma del
PRI y el PAN, van en sentido opuesto, es decir, abrir a más capital privado
nuestra industria petrolera. La opinión pública frente a la representación
popular se encuentra dividida.
Esta consulta debe además realizarse a la brevedad, no sólo
por ser una práctica democrática, sino también para dar certidumbre a las
inversiones que se pretende atraer. Si hoy se hace una reforma y se acuerda
realizar una consulta en fecha próxima, digamos en 2015, no habrá una sola
empresa que se sienta segura de invertir, ya que las reglas de hoy podrán
revertirse mañana.
Quienes descalifican este ejercicio o señalan a los
mexicanos como incompetentes para tomar esta decisión, dejan translucir su
esencia antidemocrática y su desprecio a los ciudadanos pues, parafraseando a
Benjamín Constant, asumen que éstos solo son sabios e infalibles cuando elijen
a sus representantes para un momento después caer en la ceguera y la
ignorancia.
En estas páginas un legislador ha expresado que al convocar
el Poder Legislativo a foros de debate en torno al tema energético, y abiertas
las puertas del Senado, "la nación tiene la palabra". Un propósito
loable al que por desgracia no se le ha dado contenido.
Si queremos que la nación tenga la palabra habrá que
recordar que son las elecciones y las consultas ciudadanas los mecanismos
constitucionales con que cuenta el pueblo para transferir sus mandatos.
Organizar foros y consultar expertos es una tarea útil, necesaria pero sería un
error aceptar ese mecanismo como sinónimo de la voluntad popular.
México ha cambiado a pesar de las resistencias. Hoy están
abiertas nuevas puertas a la participación y a la decisión colectiva.
Que nadie tema a la decisión de los mexicanos.
Que la nación tome la palabra. Que se consulte a sus
ciudadanos.
El autor es senador del PRD por Chiapas
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